Luces Rojas

Trampas, trampillas y tramposos

Dos doctores universitarios que se dedican a investigar fenómenos paranormales, para destapar el fraude, se enfrentan al caso de Simon Silver un famoso parapsíquico que reaparece tras décadas de ausencia para demostrar un poder sobrenatural que nadie ha podido comprender de manera científica. Bajo este controvertido planteamiento se presenta en los cines Luces rojas (Red lights) el último film de Rodrigo Cortés, y digo controvertido porque hacer una película sobre fenómenos paranormales, por un lado está muy manido y es difícil sorprender y, por otro lado abre muchas posibilidades, algunas de ellas al filo de la decepeción o lo que es peor del engaño al espectador.

El dominio tras la cámara de Cortés es indudable. Unos magníficos y multipremiados cortometrajes fueron el precedente de un debut notable con Concursante (2007); tres años después llegó Buried (2010), película arriesgadísima que se convirtió en un fenómeno mundial y obtuvo un más que merecido reconocimiento por su impecable ejercicio cinematográfico; este film le abrió las puertas de Hollywood, económicamente hablando, para traernos Luces Rojas  un thriller protagonizado por Cillian Murphy, Robert De Niro y Sigourney Weaver, palabras mayores. Contar con este elenco de actores y la seguridad de tener la distribución internacional asegurada es tener varios ases en la primera mano, esto unido al breve pero interesante historial cinematográfico, despierta en el espectador unas expectativas que quizá no esté preparado para cumplir.

Si su capacidad para elaborar la construcción formal de la película no está en duda, es más molesto que esté más empeñado en demostrar en cada plano lo buen director que es, en lugar de centrarse en la historia. A los quince minutos de proyección ya sabemos de lo que es capaz, llega un punto en que esperamos impacientes a que se centre a en la historia que pretende contar. Su catálogo de movimientos de cámaras y su montaje era primordial en Buried, por la particular puesta en escena, pero aquí no sólo se echa en falta cierta sobriedad, sino que decepciona cuando recurre a sustos efectistas basados en golpes sonoros y montaje efectista. Que el personaje interpretado por De Niro baje del avión, se pare, se quite las gafas para mostrar que es ciego, se las vuelva a poner y continúe está muy forzado; también resultan molestos los contraplanos rápidos (con su correspondiente enfatización sonora) para mostrar a personajes-amenaza detrás del protagonista, es tan burdo como eficaz.

La disección del ilusionismo que trata el film puede guardar similitudes con El truco final (The prestige, 2006) de Christopher Nolan, de hecho pronto han salido voces comparando a Cortés con el director anglo-americano, empezando por Cillian Murphy que ha trabajado con ambos. También, el inesperado giro de guión en la recta final de Luces rojas ha recordado a muchos al Shyamalan más en forma. No es objetivo de esta crítica destripar el final de Luces rojas, le reservo la decepción para la sala de cine, pero Shyamalan es afortunadamente más elegante y estudioso en su guión de lo que puede llegar a pretender el director español. En este sentido, creo que es más apropiado hacer la comparación con Nolan pues Cortés está más cerca de los habituales giros tramposos y trucos efectistas de películas como Origen (Inception, 2010) que de obras maestras como El Bosque (The Village, 2004). De esta forma, quizá a los apasionados del cine de Nolan, Luces rojas les satisfaga pues, aunque no tiene excesivas similitudes, no encuentro razones para argüir si se dejan embaucar por uno, no habrían de hacerlo por el otro.

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