Mi semana con Marilyn

La fascinación y el mito

En un año en el que el cine se rinde a sendos tributos cinematográficos (aparentemente cercanos y en realidad tan dispares) como The Artist y La invención de Hugo, no podría ser menos el mito de Marilyn Monroe, más aún coinciciendo con la fecha en la que se cumple el 50 aniversario de su muerte. Por ello el resultado final de esta anécdota hecha película es ciertamente desilusionante. Nos encontramos frente a un convencional drama ligero sin mayor riesgo ni intención de adentrarse en la compleja vida de Norma Jeane, o sin ninguno más que el de aportar poco sutiles datos sobre su controvertida personalidad y sus polémicos escarceos amorosos, dando lugar a una película fascinada en exceso por el mito, demasiado respetuosa y cándida, tanto que al mismo tiempo lo difumina, quedando solo la magnífica reinterpretación de Michelle Williams a la altura de ese mito inimitable.

Desconcierta que una película acerca de la fascinación que siente un joven sobre el cine, que culmina con su encuentro fugaz con la mismísima Marilyn Monroe (que puede ser lo más cercano a hacerle el amor a un fotograma), no encuentre su tiempo –ni el tempo- para adentrarse en esa relación, en esa conexión que se produce entre ambos, entre cine y mito. Culpable de ello es un montaje que acontece demasiado rápido, el ritmo es tan ligero que no alcanza a conseguir transmitir ese fascinación, al contrario, da un reflejo fascinado que lejos de mostrarnos con intensidad esa semana con Marilyn, más bien vuelve una mirada complaciente al icono que todos conocemos. Simon Curtis se deja influir por este respeto al mito y la dirección está más pendiente de lo superfluo que de lo oculto, dejando escapar esos pequeños instantes íntimos al plagar la narración de lugares comunes y diálogos carentes de toda sutileza.

Del mismo modo, la oportunidad que se prestaba en el guión al metacine con el rodaje de El príncipe y la corista (1957) deja cierto sabor agridulce. No en vano, las complicaciones durante este, la interpretación de varias escenas del film por una esforzadísima Marilyn Williams y el cruce de egos entre ella y Laurence Olivier dan lugar a los mejores momentos del film, pero no dejan de estar más ligados a lo anecdótico que a lo puramente cinematográfico, para los que el cine y Norma Jeane todavía tendrán que esperar a un mejor encuentro.

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