Mad Men

Enigma Draper

Los círculos seriéfilos en las redes sociales están expectantes estos días. Entre renovaciones y cancelaciones, nuevas propuestas en la midseason y la anticipación ante los finales de temporada, un estreno se presenta como el acontecimiento de la primavera, con permiso de los Stark y el resto de Poniente: el regreso de Mad Men. Tras más de un año de espera, por razones muy lejanas a lo narrativo 1 , la quinta temporada de la serie se estrena en AMC el domingo 25 de marzo.

La serie de Matt Weiner está a años luz de gran parte de los productos televisivos, sin desmerecer a unos u otros: simplemente no son lo mismo. Mientras que Mad Men bebe estilística y formalmente hablando del cine clásico y sus descendientes europeos de mitad del siglo XX, estrenos recientes como Once Upon a TimeSmashPan Am o el feto The Playboy Club 2 parecen pensados para un espectador que si no conoce a todos los personajes y sus conflictos en los primeros diez minutos del relato, van a huir despavoridos a otras cadenas.

No digo que Mad Men sea mejor por ello, pero está claro que estamos ante una forma minoritaria de contar historias en televisión, solo posible en cadenas de cable. He visto lo contrario en ejemplos como The Good Wife, la serie de la CBS cuyos veloces diálogos acompañan a unas tramas que avanzan a la velocidad del rayo, y que tienen sus puntos climáticos justo antes de los cortes publicitarios, como está estipulado. Esto no conlleva necesariamente una historia menos compleja.

Es solo que la historia de los publicistas de los años 50 3 opta por el camino de la sutileza, lo críptico, lo velado, construyendo un devenir del relato más sosegado, casi estático 4 . Siempre se habla de que los conflictos en Mad Men ocurren dentro de los personajes. Tiene tan difícil lectura que a veces no sé si alcanzo a entender todo lo que quiere contar. Son muchas las escenas, los finales de episodio, que me dejan con una sensación de haber presenciado algo grande pero no saber muy bien explicar por qué. Me pasó, por ejemplo, con la escena de la caída de Sally, ese delicioso personaje interpretado por una sorprendente jovencísima actriz. El dolor de esa niña, materializado en una carrera con estrepitoso final, se vuelve mezcla de vergüenza y total vulnerabilidad en brazos de la por entonces desconocida recepcionista de Sterling Cooper Draper Pryce. Y aunque uno puede llorar empatizando con ella en ese mismo momento, siempre se me escapa qué ocurre dentro de la cabeza del personaje. No logro ver cuál es su problema definitivo y eso convierte en remota toda improbable solución. Me ocurre también con Betty y, obviamente, con Don.

Y como en una dualidad perfecta, que ya estoy convencido de que es intencionada, todo intento de entender cuál es el tema central de la serie es frustrado. Mientras que estoy seguro de que Battlestar Galactica habla de la supervivencia del ser humano (¿puede sobrevivir tal y como lo conocemos? ¿debe sobrevivir?), The Wire es un ensayo sobre el poder y la corrupción del sistema y Six Feet Under un gran canto a la vida, tras cuatro años soy incapaz de atribuir a Mad Men una tesis central.

A veces he llegado a pensar que el centro de Mad Men, su alma, y siguiendo con la dualidad que he mencionado antes, el alma de Don Draper, están vacíos. Y que esa es su tesis última: ese momento de la Historia en la que el hombre se vacía por dentro. Carente de toda felicidad, e incluso de cualquier sentimiento, Don se dedica a vender humo mientras todo se incendia. Esa frase promocional, “No importa lo que eres, lo que importa es cómo lo vendas”, parece ser la respuesta última a la pregunta ¿Quién es Don Draper? Don Draper no es nadie. Se inventó a sí mismo cuando le convino y no significa nada. Él lo sabe y en esto consiste su dolor. Si estoy en lo cierto, entonces Mad Men también lo sabe y nos intenta advertir de ello. Mostrándonos ese momento crítico del siglo XX en el que perdimos algo irremplazable (¿nuestra identidad, quizá? ¿la esperanza de volver a sentir algo real?), nos hace ver un momento que refleja el principio de problemas hoy en día demasiado vigentes.

1. Jon Hamm dijo en una entrevista en el programa de David Letterman, si la memoria no me falla, que esto es lo que pasa cuando gente con mucho dinero discute con gente con mucho dinero sobre dinero.
2. Las dos últimas tienen reminiscencias de Mad Men, más estilísticas y temporales que argumentales o de fondo. Tanto las imágenes promocionales de la serie de las azafatas de ABC como el fracaso estrepitoso de la NBC ponían en mente de todos la serie de Matt Weiner. Las comparaciones son odiosas, claro.
3. Lo cierto es que ya, a estas alturas, Don Draper, Peggy y compañía se encuentran en plena década de los Beatles y Vietnam.
4. Sobre todo al principio; a partir de la tercera temporada la serie se permite elementos más efectistas y situaciones más llamativas, sin llegar a perder el espíritu original.

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1 Comment

  • Al final, creo que el mejor producto de Don Draper es él mismo. Concuerdo contigo en que a veces no parece tener nada y que el fin último es venderse lo mejor que pueda, creo que lo logra siempre y que al final esa será la premisa principal que descubramos en Mad Men, que el mejor producto de Don fue el mismo, toda su vida, sus acciones fueron su campaña para ser quien es.

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