XV Festival de Málaga: Día 1

Ha llegado un año más a Málaga la fiesta del cine español: el XV Festival de Málaga, aunque la sensación que pulula por el ambiente es la de que no está el horno para bollos, ni el sector para fiestas.  Han pasado pocas horas desde que comenzasen las actividades programadas, que terminarán esta edición un día antes, y aunque aquí ya llevan bastante tiempo haciéndole agujeros al cinturón, este año todo parece distinto. Se van a mirar con lupa todos y cada uno de los logos que preceden a los largometrajes y cortometrajes, calculando mentalmente el presupuesto que pueden haber desembolsado unos u otros para llegar hasta este día.

Aunque le sobrevuele ese halo de glamour y de abundancia, en lo puramente cinematográfico el Festival de Málaga juega un papel vital, y a veces cruel, para algunas pequeñas películas que desembarcan en la capital de la Costa del Sol con la ilusión de trascender más allá de los inflexibles pases de prensa. Es aquí donde se les insufla vida o expide el certificado de defunción.  Sin ir más lejos, la ganadora de la Biznaga de Oro el año pasado fue 5 metros cuadrados, en un momento en el que no contaba con distribución ni tenía fecha de estreno programada en salas comerciales. Esto pone a la prensa acreditada en una posición comprometida y difícil  a la hora de juzgar el devenir de obras en las que muchas personas han depositado toda su confianza, personal y económica.

¿Cuáles de los trabajos programados en la Sección Oficial de este año conquistarán el terreno vedado de los multicines? Hay que poner al mal tiempo buena cara, y disfrutar del Festival de Málaga como lo que es: una celebración del cine patrio y posible trampolín para los que buscan la manera de dar a conocer sus trabajos. Uno de ellos es el popular actor televisivo Paco León, que presentará Carmina o Revienta, su ópera prima en forma de falso documental con su propia madre como protagonista; el propio Carmelo Romero, director del Festival, avisó a los asistentes del carácter de un debut que como poco no dejará indiferente. Tendrán también oportunidad los detractores del cine español de soltar el temido (y falso) cliché sobre la abundancia de historias sobre la guerra civil y posguerra si se enteran de que Imanol Uribe presenta Miel de Naranjas. Y si hay detractores de la música de Jorge Drexler, no deberían ir a ver La suerte en sus manos, donde se estrena como actor.

Y si antes hablábamos del drama de algunos directores que ven impotentes como, por motivos puramente mercantiles, sus trabajos no llegan nunca a la audiencia, hay que tener en cuenta que no todos pasan por el mismo trago esta semana del cine. The Pelayos ya tiene fecha de estreno: nada más y nada menos que la semana que viene. Eduard Cortés nos hablaba del drama del paro en La vida de nadie, en un momento en el que nos encontrábamos flotando plácidamente en la burbuja. Es curioso que en 2012, cuando las consecuencias de su pinchazo se hacen más dolorosas (y cortantes), eche mano de la historia de una familia decidida a hacerse de oro sin quebrantar la ley, en un ambiente de lujo y opulencia que para nada desmerece su diseño de producción. Todo apuntaba a que The Pelayos iba a asemejarse a ciertas producciones americanas que orbitan en torno al mundo del juego, con una realización vertiginosa e interpretaciones potentes, capaces de implicar al espectador en los subterfugios y triquiñuelas de sus protagonistas, hacerle partícipe de sus planes, y llevarlo de la mano durante todo el metraje hasta el clímax final. Todo ello sazonado con el plus de costumbrismo que podía aportar el hecho de que el equipo protagonista estuviese formado por un único núcleo familiar, con sus ventajas e inconvenientes. El problema radica en que la historia real en la que se basa la película necesitaba algo más que un par de tramas amorosas para convertirse en un producto consistente, que recurre demasiado a un maniqueísmo en el que los Pelayo son intocables frente a un director de Casino demonizado hasta el punto de ser conocido como “La Bestia” (un personaje que borda Eduard Fernández, como no podía ser de otra forma).

El buen hacer que demuestra Cortés dentro de las salas de juego, que podía haber convertido a The Pelayos en lo que parece pretender (la 21 blackjack española, por ejemplo), queda desperdiciado en algunas de las subtramas que acompañan la aventura de esta peculiar familia, relegando a un segundo plano a su patriarca e ideólogo, en beneficio de papeles accesorios como la fugaz aparición de Blanca Suárez (un periodista elogió sus destellos en la rueda de prensa, pero me parece que lo hacía con intenciones libidinosas).

Hay veces que el método para desbancar un casino, por muy legal que sea, no coincide con la forma de convencer al público de una sala de cine. Por eso ahora los Pelayos tienen mucho dinero, pero no cuentan con una relevante biografía en la gran pantalla.

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1 Comment

  • Gracias a la revista Magnolia, por relatarnos el día a día del festival del cine español de Málaga.

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