XV Festival de Málaga: Día 2

La segunda jornada del Festival de Málaga ha confirmado las expectativas de salto cualitativo que se pedían a gritos tras la película de inauguración. A primera hora de la mañana, cuando los resquicios del sueño eran aún visibles en la concurrencia, Xavi Puebla se ha encargado de despertar al respetable con su largometraje A puerta fría, una notable reflexión sobre el paso del tiempo y la fecha de caducidad de un trabajador que encarna magistralmente Antonio Dechent. Y no ha sido un despertar amargo, pero sí abrupto, a base de golpes de realidad que no hay más remedio que asimilar por reconocibles y certeros.

Dechent es Salvador Lozano, un veterano vendedor en horas bajas (muy bajas) que ve la oportunidad de redimirse y encarrilar su carrera profesional en una convención comercial celebrada en un hotel. Pero los tiempos han cambiado, y con ellos las plataformas digitales, los dispositivos, las cámaras y los televisores abombados que solía colocar en sus años dorados. La lógica de su mundo dicta que uno deja de ser útil en el momento en que deja de vender. Ese mundo implacable está brillantemente representado en pantalla por un director que ha afirmado haber pertenecido a él en otro tiempo, preocupado por representar la esclavitud vital a la que nos puede someter algo tan necesario como el mantenimiento de un empleo.

La desesperación del vendedor le lleva a aliarse con una azafata (María Valverde) para dar su particular golpe maestro: firmar como cliente a un importante empresario americano que, interpretado por Nick Nolte, completa el improbable triángulo protagonista de un reparto muy completo. Aunque episódico y de pocas palabras, el personaje de Nolte se revela contra todo pronóstico como un perdedor a la altura del propio Dechent, en un contexto en el que el éxito varía según la interpretación del propio término.

Desde el primer plano se advierte la degradación física por la que pasa el protagonista, anclado en barras de bar y consciente de su posición comprometida frente a un mundo que avanza a pasos agigantados sin esperar a nadie. Si en Cedar Rapids (2011), el personaje de Ed Helms se llevaba valiosas enseñanzas de una convención de venta de seguros, aquí podríamos estar hablando de su reverso tenebroso.

Aunque haya que reiterarlo (y hay que hacerlo varias veces si hace falta), Antonio Dechent es un actor tremendo y su composición bien merece un reconocimiento, así como la película, firme candidata a la Biznaga de Oro.

A las 12 de la mañana, y ya más despejados, gracias a los agradecidos café y donut cortesía de la organización del festival, hemos podido ver Miel de Naranjas, la nueva película del veterano Imanol Uribe. El director nos traslada a la Andalucía de posguerra donde un joven de familia represaliada realiza su servicio militar. He aquí el interesante conflicto que presenta el personaje de Iban Garate, cuyas circunstancias personales le ven abocado a servir a un juez tan inflexible como pudieron ser los que ajusticiaron a su propia familia. Los procedimientos poco ortodoxos y los juicios sumarios van minando su amor propio, hasta el punto de arrastrarlo a la resistencia y a la clandestinidad.

La trama discurre por cauces más o menos predecibles, con algún que otro golpe de efecto, pero la fuerza de la película reside en sus potentes interpretaciones, algunos diálogos inspirados y sobre todo la perfecta ambientación que suele ir aparejada a este tipo de producciones.

Otra característica propia de una historia situada en circunstancias tan convulsas es el casi obligado debate sobre su parcialidad, y en este caso hay que romper una lanza a favor de Miel de Naranjas, que aún a riesgo de presentar personalidades tan tajantes como la del juez sanguinario, nos invita a constatar que todos y cada uno de los contendientes de esta (pos)guerra lidian con situaciones límites en las que afloran los instintos más puros del ser humano.

Nunca está de más disfrutar del talento de Eduard Fernández o Karra Elejalde. Incluso el productor de la cinta, el ilustrísimo presidente Enrique González Macho, se permite aparecer, como Hitchcock barbudo, en un curioso cameo.

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