XV Festival de Málaga: Día 6

El sexto día del Festival de Málaga ha impartido un desigual magisterio en relaciones sentimentales. Se ha proyectado en primer lugar Buscando a Eimish, la ópera prima de Ana Rodríguez Rossel, una introspectiva road movie sobre la ansiedad que conllevan los avatares de la vida en pareja.

Un buen día, y tras dos años de relación, Eimish (Manuela Vellés) desaparece de la vida de Lucas (Oscar Jaenada) dejando como único rastro una nota en la que recuerda que el reloj biológico no perdona a nadie. Y será a raíz de este desplante cuando Lucas comenzará realmente a conocer a la que ha sido su novia durante un tiempo y de la que aparentemente no conocía más que la superficie. Por no saber, no sabía ni su verdadero nombre. El enigma de Eimish lo desentraña Rodríguez Rossel en un viaje redentor que emprenden de forma paralela los dos personajes, con unas metas que desconocen, pero que tienen que alcanzar para traicionar el statu-quo en el que se había convertido su relación.

La ambición internacional y una tendencia a la sensiblería más banal no consiguen lastrar la veracidad de una propuesta honesta y a ratos estimulante.

Pero la cosa se iba a complicar con El sexo de los ángeles, donde se han llevado los conflictos conyugales a otro nivel. La película propone librar de cualquier corsé a las relaciones convencionales, dando rienda suelta a los instintos más básicos del ser humano como vía de escape frente a condicionamientos sociales. Aunque el director parece oscilar constantemente entre géneros sin dar con la tecla, podríamos acercarnos a catalogar su propuesta como una comedia sexual contemporánea, pretendidamente transgresora, con el foco puesto en un público juvenil ya familiarizado con este tipo de engorros.

El mundo conformista de Carla y Bruno está a punto de tambalearse con la aparición de Rai, un tipo tan moderno que alterna el breakdance con el noble oficio de romper parejas consolidadas. El inusual encanto hip-hopero de un pícaro profesor de karate no hará otra cosa que despertar en Bruno sus deseos más recónditos, arrastrándole a una vorágine de sexo y mentiras. Eso sí, como ya pasaba en The kids are alright, el sexo heterosexual más explícito que el homosexual, porque hay que transgredir pero sin pasarse, aunque a diferencia de lo que proponía Lisa Chodolenko, el director Xavier Villaverde apuesta por un desenlace que no peca de conservador, lo que no quiere decir que el desarrollo que lleva hasta él no haya sido errático y trenzado de manera más que previsible.

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