Alps

No estamos preparados para el pop

La espada de Damocles se cierne sobre nuestras cabezas aunque no lo sepamos. O más bien aunque disimulemos no saberlo. La muerte y la pérdida están a nuestro alrededor constantemente. Convivimos con ella, ilusos, pensando que viviremos para siempre, creyendo en silencio en nuestra inmortalidad. Hasta que nos toca. Y cuando ese día llega entran en escena los alps, un atípico equipo de emprendedores que decide entregar su vida (de manera simbólica, que no altruista) por los que ya no la tienen, llenando el hueco que los difuntos generan entre sus seres queridos.

No sé si será la pronunciada musicalidad del griego, un marcado seseo que parece lanzar puñales en lugar de palabras, pero unido a la absoluta frialdad y control emocional de la dirección de Lanthimos, hacen de Alps (Yorgos Lanthimos, 2011) en una experiencia tan terrorífica como su anterior Canino (2009), pero por lograr ser todavía más humana y certera. A diferencia de aquella, el trasfondo de su peculiar argumento se desvela casi desde su inicio, adentrándonos en el trabajo de este grupo intérprete de piezas de vidas ajenas, llevando a cabo con su labor una cruda disección de la pobreza emocional de una sociedad tan incapaz de asumir el dolor y la pérdida como de sobreponerse a ella. A través de estas fingidas representaciones nos encontraremos ante la miseria de unas relaciones humanas cada vez más deterioradas y menos reales, por las que descubrir que tan solo somos actores de nuestras propias vidas, llegando a olvidar la última vez que sentimos, haciéndonos recordar que cuando no estemos serán otros los que ocuparán nuestro lugar, repitiendo nuestros actos hasta que ya nadie nos eche en falta.

En esa desesperanzada búsqueda de sentido al dolor que genera nuestra existencia, encontramos a unos personajes que, en cambio, al carecer de vidas propias, viven las emociones de los demás como si fueran suyas, las absorben como tecnócratas y fondos monetarios internacionales gobiernan países que no son suyos. Tratando lo absurdo de su argumento con crudeza, pero también con un macabro sentido del humor, Lanthimos consigue hacernos ver desde el epicentro de la crisis europea que, como insiste en recordar uno de los personajes a lo largo de la película, no estamos preparados para el pop. Y es que difícilmente podremos salir de la crisis, tanto financiera como de valores que nos aturde, hasta que no nos demos cuenta de que estamos más necesitados de un abrazo que de un rescate. Es Alps un incómodo filme subversivo, faro de una Europa que en tiempos de crisis anda más perdida que nunca y necesita unos Alpes a los que alzar la vista y poder agarrarse para seguir adelante.

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