Tim Burton

Es complicado acercarse a la figura de Tim Burton, al menos de forma seria. La parodia ofrece una multitud de descriptores chanantes para el “eterno adolescente”, “el viejoven atormentado”. Dicha disposición a la chanza se debe a que nos encontramos ante uno de los autores, más mainstream, reconocibles y repetitivos. Desde que debutara hace 30 años con cortometrajes, ha creado obra a obra un universo propio y reconocible que, incluso en sus trabajos menos burtonianos como Big Fish (2003), consigue dejar impresa su marca autoral. Sus películas son religión para ciertas subculturas urbanas y sus personajes diamantes en bruto para el merchandising. Si bien es uno de los autores más estimulantes de Hollywood, al menos durante el primer tercio de su carrera, la preocupante rampa de decadencia en la que se deslizan sus últimas películas colocan peligrosamente a Burton en la comodidad que proporciona poseer el molde de hacer dinero.

Comenzó su carrera tras las cámaras desde las entrañas de Disney con Vincent (1982) un corto de animación que proféticamente serviría todas las claves de la carrera del director: la estética gótica y terrorifica que bebe de Jan Švankmajer, y la motivación del personaje, alter ego de Burton, de refugiarse en su mundo de arañas, murciélagos y horripilantes experimentos resume lo que será una extensa carrera de tres décadas. De momento. Desgranando la filmografía de Burton encontramos mundos inhóspitos, fantásticos con sus respectivos personajes naturales (Charlie y la fábrica de chocolate, La novia cadáver) o criaturas y personas extrañas y ajenas a un mundo reconocible (Eduardo Manostijeras, Sombras Tenebrosas), en cualquier caso representa una evasión o un refugio, siempre asentado en lo fantástico. La apuesta, posiblemente ideológica, responde a un deseo de ruptura con la realidad, desde un punto de vista ético de encontrar un desarrollo personal en un cine, el de Hollywood, muchas veces encorsetado; y por otro lado una actitud estética en la que poder desarrollar personajes e historias con las que encontrarse cómodo.

Es especialmente llamativo que si bien el cine de Tim Burton es un refugio que sirve de trinchera a muchos, incluído él, la forma y la composición de su películas caminan por una senda continuista que no rompe con los modelos ya superados del Nuevo Hollywood de los años 70. Aún así desde Bitelchús hasta Big Fish pasando por Batman o Mars Attacks! su obra esta llena de matices y propuestas, sino renovadoras, si refrescantes; dejando a la posteridad la auténtica obra maestra que es Ed Wood. En su filmografía no ha tenido reparo en rodar en blanco y negro, en animación o recientemente en 3D con su Alicia, en el país de las maravillas (2010). Un Burton, el de Alicia, desgraciadamente atrapado en un guión demasiado pensado para el blockbuster y es que el director americano tuvo un punto de inflexión en 2003 con Big Fish, tras la cual perpetró su etapa más ordinaria de la mano de su inseparable Johnny Depp. Charlie y la fábrica de chocolate (2005) fue el pistoletazo para el inicio de la decadencia, Tim Burton se convirtió entonces en una marca de fábrica, que si bien es agua de Mayo para la muchas veces maltrecha taquilla, despeja las esperanzas ante cualquier indicio de creatividad. Sus dos últimas propuestas Sombras Tenebrosas, que se estrena ahora, y Frankenweenie que lo hará a finales de año; son remakes, la primera de una serie de televisión y la otra de un mediometraje del propio Burton. Nada nuevo en el horizonte.

Y así, Tim Burton, en su espiral de conformismo alimenta película a película su cliché. Funciona en taquilla pero deconstruye una carrera sólida que una vez fue creativa. Quizá ha llegado el punto en el que se siente protegido por una fórmula, unos actores y unos proyectos que no le suponen ningún riesgo pero Tim Burton debe aspirar a más. El genio creativo que muchas veces ha demostrado no puede, y no debe, quedar sepultado ante el enésimo maquillaje de Jonnhy Depp y Elena Boham Carter. Debe renegarse a quedar reducido a una parodia de si mismo pues Tim Burton no puede estar domesticado, debe recordar que Vincent Malloy no quiere ser el niño bueno, obediente y educado; Vincent quiere jugar con los horrores que ha inventado, vagar por los pasillos oscuros, solo y atormentado…

 

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