Martes, después de Navidad

El hombre que nunca estuvo allí

Pese a formar parte de la nueva y pujante ola del cine rumano, Martes, después de navidad (Radu Munteaun, 2010) tiene la virtud de que su trasfondo pueda remitirnos al de cualquier sociedad contemporánea. El estilo de largos planos secuencia con el que se ha habituado a retratar la soledad en la cinematografía rumana, tiene algunas de sus mejores muestras en 4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007) y La muerte del Sr. Lazarescu (Cristi Puiu, 2005). Si en aquellas las imágenes mostraban la reacción ante un gran dolor físico, en la película de Munteaun –ganadora en el Festival de Gijón- el dolor es emocional, invisible, va creciendo plano tras plano, se lleva dentro como una decisión que de meditada al final no estás seguro tomar.

Su director es consecuente y construye la película sólo a base de fragmentos de vidas, con naturalismo, sin mayor artificio que el actor frente a la cámara, todos ellos filmados en estáticos planos secuencia de leves panorámicas, una mirada casi de voyeur con la que asistimos al desmoronamiento del protagonista y su unidad familiar a cambio de conseguir aquello que cree es lo que más quiere. Resulta interesante comprobar cómo a través del mínimo lenguaje cinematográfico posible (y sin banda sonora) se puede alcanzar a narrar toda una compleja y tan habitual historia repleta de dolor y sentimientos cruzados. De tener y no tener, de extrañar lo perdido para asumir lo querido. Pocas películas tan maduras sobre un tema que en cambio lo parece tan poco.

A continuación, un análisis sobre su desarrollo narrativo. Lógicamente hay spoilers.

El argumento es tan sencillo como crudo. Un hombre casado mantiene una relación amorosa con la dentista de su hija, más joven que él. La película se inicia sin que nosotros conozcamos este detalle. Tan solo son dos personas desnudas hablando en la cama tras hacer el amor. Amor, sin juicios de moral. ¿Cuándo te volveré a ver? Pronto, antes de lo que esperas.

Tras hacer las compras navideñas –¿para qué querrá la niña una tabla de snowboard?-, Paul come con su familia como si no pasara nada, aunque pase. Nadie en su casa parece conocer lo que esconde ni recorre por su cabeza. Volverla a ver. Como si de un film de Hitchcock se tratara, la información que se muestra al espectador y se oculta a los personajes nos hace sentir todas las secuencias familiares como un auténtico thriller, aunque la cámara siga quieta y la película esté lejos de serlo, lo sentimos igual desde su naturalismo.

Paul lleva a su hija al dentista. Por el camino su mujer Adriana le llama para decirle que ha salido antes de trabajar. Quiere acompañarles. Él trata extrañamente de convencerla de que no es necesario, pero ella insiste y termina por ceder. Algo pasa.

Su amante resulta ser la dentista de su hija. Quizás algo que todos sepamos al leer la sinopsis, pero es una información con la que su director juega brillantemente para producir una secuencia de tensión perfecta. Lo que para la madre parece una visita rutinaria a la que acude con tranquilidad, Paul muestra una extraña comodidad que esconde todo su temor, porque la que más sufre es sin duda Raluca, su amante, que intenta ser todo lo amable con la hija al tiempo que se comporta como una profesional con la mujer de Paul. Nada es lo que parece. Ni tampoco lo que les gustaría que fuera.

Mientras la niña curiosea libremente por la consulta, Raluca informa a la esposa de su amante que su hija necesita un aparato, aunque no sea algo urgente para su salud. La madre cuestiona esta decisión, que ve como una manera de sacarle el dinero, pero Paul la convence para comprarlo. Poco tardarán en reprocharlo. El arma del crimen ya se ha usado. ¿Hasta qué punto la relación amorosa influye en la decisión? Nunca lo sabremos. Ya tampoco importa.

Paul se inventa una reunión de trabajo para ir al pueblo de Raluca a visitarla. Ella está afectada por el encuentro en su consulta con Adriana. Su madre, bastante tradicional, no perdona a Paul el daño que hace a su hija estando con ella siendo un hombre casado. Él sabe que si quiere estar con Raluca solo puede tomar una decisión. Solo una. Aunque con ella diga adiós a todo lo demás.

Paul le confiesa a su esposa que está enamorado. Ella sonríe. De otra mujer, prosigue. La escena que continúa -toda ella filmada en plano secuencia, como prácticamente toda la película, el trabajo actoral y de dirección es excelente- asombra por la lucidez con la que los diálogos de aquellos que se amaban van desgranando todo lo que van a perder y el daño que Paul ha causado. ¿Quién es? Pregunta Adriana. La dentista, le contesta. Adiós, muchachos. Ella acaba desmoronada, él haciendo las maletas. Fuera o no esto lo que quisiera, puede estar de enhorabuena, ya lo ha conseguido.

Bienvenido a casa. Tú nuevo hogar, pese a que no luzca como tal. Aunque sea el de una joven que no tiene hueco en los armarios para tu ropa. Un amigo ayuda a Paul a cargar sus trastos, que no serán pocos, apenas has entrado y ya le falta el aire. Vuelve a fumar aunque lo hubiera dejado hace tiempo. Era su decisión, lo sabe, ya no tiene nada más que este puñado de metros cuadrados, los que antes le daban la vida, ahora se la han quitado.

Pero es Navidad y hay que festejarlo. En casa de unos abuelos que por supuesto no saben nada del asunto. Mucho menos su hija, a la que no vas a destrozar uno de los días más bonitos de su corta vida. Una Navidad que él sabe no vivirá de nuevo junto a ella, por eso rie con sus ocurrencias como si fuera la última vez que lo hiciera. Dejará de verla todo lo que le gustaría, nada será lo mismo. Las consecuencias se pagan. Las pagarán los demás con él.

Como si de un asesinato a sangre fría se tratara, Paul lleva los regalos al salón aprovechando que un coro de niños -en off- está cantando temas navideños en la puerta. Es tiempo de celebrar las fiestas, no queda otra, pero los villancicos parecen ahora las canciones más tristes de esta vida. ¿Y qué hay después de la Navidad si no es tristeza?

Comentar

— required *

— required *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies