Doomsday Book

El fin del mundo será televisado

Hay cierto recelo acerca de las películas por episodios, sobre todo cuando la excusa es una bonita ciudad del mundo y están realizadas por varios directores que parecen elegidos al azar. No es el caso de Doomsday Book (2012), que cuenta tres sugerentes historias en torno al Apocalipsis y la robótica tras las que se encuentran dos buenos exponentes del cine coreano actual, especialmente Kim Jee-woon, que curiosamente acaba de dar el salto a Hollywood para dirigir el regreso de Schwarzenegger. En su filmografía ha probado casi todos los géneros; desde el western (El bueno, el malo y el raro, 2008) o el thriller (I saw the devil, 2010) hasta el terror (Dos hermanas, 2003), le faltaba la ciencia ficción.

Su cuento -el segundo de ellos- es el más serio de todos los que componen el film, por no decir el único serio. Propone una reflexión sobre la robótica que puede recordar por su calidez y profundo mensaje a Inteligencia Artificial (2001), la obra maestra de Spielberg. Sin tiempo para desarrollar un sólido argumento, se centra con mucho tacto en la presentación de su maravilloso personaje principal, un robot de última generación considerado la reencarnación de Buda. Ante este brillante diálogo entre humanidad, tecnología y religión, logra un mediometraje de gran calado visual e intelectual, con un acabado preciosista y emotivo que demuestra sus múltiples talentos tras la cámara para conseguir explotar una idea tan estimulante en apenas 30 minutos.

Las otras dos historias que abren y cierran este libro del juicio final están dirigidas por Yim Pil-Sung. Descubrimos en el director de Hansel y Gretel (2007) un cineasta con un gran sentido del humor, capaz de tomarse tan en serio que quizás por ello se toma a sí mismo en broma. Gasta un tono muy particular en el desarrollo de sus excéntricas ficciones apocalípticas, con el atrevimiento de generar el fin del mundo con un bola de billar gigante que se dirige hacia la tierra como de contagiar un virus zombie a través de un primer beso. El desarrollo de estas oscila entre el pánico general, el sentido del humor/horror en la intimidad del hogar y el disparate que se retransmite por televisión en directo. Porque uno de los puntos fuertes de ambas historias es el rol de la televisión como consecuente narrador del fin del mundo, si es que llegara. Se agradece el sarcasmo con el que ridiculiza a los medios de comunicación y sus habituales expertos, que en contra de lo habitualmente representado en el cine de catástrofes, lógicamente en un momento de crisis como ese no serían capaces de mantener la compostura.

Curiosamente, ambas historias nacen como pequeñas travesuras infantiles en el seno del hogar, e igualmente acaban cerrando el conflicto familiar como si fueran otra trastada más, tan solo que de consecuencias inimaginables para el resto de la humanidad. Una manera de acercarse al género muy acertada que contrasta con las planteadas habitualmente por su urgente disparate. Y es que 2012 se acaba y el Apocalipsis va a llegar. Todavía no sabemos qué ocurrirá con nosotros, pero lo que parece claro es que de terminar, absurdo seguro que será.

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