SEFF’12: La trilogía paradisíaca de Seidl

Uno de los regalos que nos ha traído el Festival de Sevilla, que termina mañana, es el último proyecto del realizador austriaco Ulrich Seidl, (des)conocido por su carrera de documentales, siempre híbridos entre lo que es real y lo escenificado, y por sus éxitos en festivales como Hundstage. Paradies cuenta cómo tres mujeres austriacas buscan el paraíso en tierra, cada una a su manera, pero tras un rodaje intermitente que se extendió durante 7 años, el metraje se extendía a 6 horas. Paradies se convirtió en trilogía conceptual, a punto de estrenar su primera parte en Austria, Liebe, en Austria, y con esta y Glaube en la programación del SEFF’2012 tras su paso por el Festival de Venecia.

Es importante remarcar que esta trilogía carece de una continudad narrativa entre sus partes, convirtiendo a cada película en un relato independiente, autosuficiente, con personajes y argumentos diferentes. Sin embargo, las tres se nutren entre sí, pues forman parte de un mismo universo, bajo la misma mirada seidliana y con relaciones contextuales entre sus personajes. En Liebe, Teresa es una mujer de mediana edad que se va de vacaciones a Kenia, dejando su gato a la hermana, Anna Maria, protagonista de Glaube, y la casa sola para su hija adolescente, a la que se dedica Hoffnung, conclusión aún inédita.

Nos encontramos con un momento concreto en común, las vacaciones, y con puntos compartidos argumental y conceptualmente. Pues Paradies es la historia de tres mujeres, solas, débiles, insatisfechas y desesperadas, que se obsesionan por tres conceptos, ansiados, hasta el punto de pervertirlos. El amor, la fe, y, como veremos, la esperanza.

Paradies: Liebe, de la Selección EFA, sigue a Teresa (Margarete Tiesel) en su viaje de descanso a Kenia. Con una hija adolescente como única compañía, que solo aparta la mirada del móvil por obligación, las vacaciones de Teresa resultan una experiencia liberadora y de auto-descubrimiento. Pero este no es el típico viaje exótico del que todos volvemos temporalmente místicos, sino una visión, la de Seidl, de una existencia solitaria y vacía, la vida de una mujer desesperada, porque ha llegado a la madurez y no se siente querida.

Encuentra el amor, Teresa, entre los cuerpos negros, elásticos, de los africanos, en sus penes grandes, en su cháchara interminable, sin cohesión, y en la brusquedad de sus gestos y caricias. Pero solo relativamente, pues ese amor es efímero, más humo que que fuego, y solo calienta el físico. La experiencia de Teresa, que poco a poco se va volviendo más desesperada, entrando en terrenos peligrosos, desconocidos, más turbios y decadentes, es un viaje de búsqueda sin final, las ansias de amor, cariño, de un abrazo y una caricia, que cae y recae en una solución mucho más fácil, una satisfacción primaria y engañosa, la del sexo al azar, la bola de nieve de bailes, de fiestas sin ropa, de habitaciones sucias lejos de casa, que se hace más grande en su avance.

Por suerte, la intención de Seidl no es la de juzgar, ni aleccionar moralmente, sino todo lo contrario. El austriaco perdona, se compadece, llora a sus personajes, y sobre todo, su cámara observa, impasible, algo que va más allá de la reflexión. Su función es la de atestiguar lo íntimo, lo torcido, y hacer que el espectador se pregunte por las fronteras éticas, las suyas y la de la sociedad. También la de mostrar lo patético, tal y como es.

Se le acusará de provocadora, e incluso más a Paradies: Glaube, última película en mostrar el fanatismo religioso, tras Red State de Kevin Smith. Esta se centra en la hermana de Teresa, Anna Maria (Maria Hofstätter, musa de Haidl), extremista católica que se pasa sus vacaciones en casa, visitando edificios de la zona pobre de Viena para convertir a sus inquilinos al catolicismo.

Pero no es intención de Seidl la de provocar, o no simplemente esa. Idea surgida a partir del 11S y de la extensión de la idea del extremismo islámico, el austriaco quería mostrar que el fanatismo puede estar mucho más cerca de nosotros, en concreto en un país tan religioso como el suyo. Y, según palabras de la actriz protagonista, no se ha mostrado lo más dramático de todo lo que encontraron en la investigación previa. Auto-flagelaciones, adoración desmedida en grupo, intentos de conversión puerta por puerta, y una escena concreta que traerá mucha cola, y Hofstätter asegura que han sido fieles a la realidad.

Más allá del debate de la provocación (¿quién debe decidir lo que la cámara puede mostrar o esquivar, cuáles son las líneas inquebrantables de la ficción?), Seidl vuelve a mostrar una interminable ternura y compasión por sus personajes. Al igual que Teresa no es una simple mujer madura que coquetea con la ninfomanía, el comportamiento de Anna Maria nunca resulta del todo repudiable, como otros personajes fanáticos del cine, y nadie le desea la muerte, como sí ocurría con Marcia Gay Harden en The Mist. La clave es la fragilidad, el origen del propio dolor de las dos mujeres, perdidas. Seidl lo muestra con cada gesto, y profundiza más y más conforme avanza el metraje. No justifica el realizador los comportamientos extremistas, pero sí explica por qué Anna Maria es así, y es capaz de compadecerla, nunca juzgarla.

La trilogía es capaz, también, de mostrar cuáles son las relaciones entre ambos conceptos, la fe y el amor, y cómo sus perversiones se entrelazan. El sexo desmedido de Teresa encuentra su respuesta en la introducción de Glaube, con Anna Maria aplicándose castigos físicos por la decadencia del mundo. Pero es la propia Anna Maria la que convierte su fe en fanatismo, y su fanatismo en distorsión mental, sintiendo un amor de lo más terrenal hacia la figura de Cristo. La fe convertida en amor cristiano, convertido en una especie de sexo místico. El cuerpo desnudo de Maria Hofstätter aquí se castiga y se lava, pero también se explora, a diferencia de las aventuras de Tiesel, cuyo sexo tiene miedo al tacto, a la apertura.

Glaube es quizá lo mejor que nos ha traído la Sección Oficial del IX Festival de Cine Europeo de Sevilla, y ahora nos queda esperar a ver cómo pervierte Seidl el concepto de la esperanza, en carnes de una adolescente obesa que busca la felicidad. Me daría miedo, si no fuera porque he presenciado que el austriaco, por encima de todo, busca la misericordia, mostrar el dolor, solo para poder curarnos.

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