Bestias del sur salvaje

La Bañera de Platón

Más allá de la irrefutable belleza de sus imágenes, de su espléndida banda sonora o de la naturalidad de una niña a través de la cual se decide contar la historia, Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012) nos presta el filtro de lo fantástico para no exponernos tan directamente a la tormenta ni a las teorías sociales, históricas y hasta filosóficas que en ella se dan cita.

Con esta, son dos este año las cintas que nos previenen del azote de una amenaza ante la que no queda sino resguardarse. La diferencia con Take Shelter (Jeff Nichols, 2011), que es esa otra película, radica en que el debutante Benh Zeitlin propone una vía alterna a la impotencia mostrada por los rasgos del siempre competente Michael Shanon ante las premonitorias visiones que le acosan. Si en la primera quedaba claro que lo que se cernía sobre nosotros escapaba al control de todos, aquí se desafía y de algún modo se rompe con el destino que, en vista siempre de las últimas noticias, debería reservársenos.

La Bañera, último refugio de una comunidad anclada en su propia desgracia, representa el triunfo de la voluntad, extrapolado a cualquier comunidad que habita en la pobreza. Una voluntad que reivindica un estilo de vida extinto como dudosa forma de salvaguardarse ante la inminente llegada de una tormenta que promete traer consigo a unas legendarias y fantásticas bestias. Las semejanzas con la Nueva Orleans post-Katrina están ahí, como lo está Trème (David Simon, 2010). La suma de las dos daría para una sesión conjunta y complementaria bastante interesante.

Gracias a través de ese cristal inundado en lo imaginario llegamos a entender que el sujeto mismo que posibilita ese tamiz es en realidad, como las bestias de ese salvaje sur, el último ejemplar de una raza marginada y segregada del resto del mundo: Hushpuppy, la niña llamada a romper las cadenas que la atan a esa caverna de Platón revertida y enfrentarse a lo fantástico para escapar de lo real. Como en el mito, será ella quien, en un último acto cargado de esperanza y optimismo, lidere a su pueblo. Esta vez no fuera de la gruta, sino de vuelta a su interior, al calor de un fuego cuyas vacilantes llamas seguirán produciendo las sombras de la entelequia.

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