Django desencadenado

V de Tarantino

En 2009, durante la presentación de Malditos Bastardos (Inglorious Basterds), Quentin Tarantino ya manejaba la idea de escribir un western que abordara el tema de la esclavitud. Fue en esos meses cuando Christoph Waltz –el gran descubrimiento del director- le llevó a ver la ópera Sigfrido la tercera de la tetralogía de El anillo del nibelungo. La ópera de Wagner tendría a la postre una influencia decisiva en el hilo narrativo de Django desencadenado (Django unchained, 2012). En esa obra la valquiria mayor Brünhilde yace dormida en lo alto de la roca esperando a ser rescatada, Sigfrido deberá atravesar un anillo de fuego hasta llegar hasta a ella y con un beso despertarla para, juntos, portar el amor y reírse de la muerte. En Django desencadenado el personaje de Sigfrido lo encarnará metafóricamente el esclavo Django, liberado por un cazarrecompensas alemán, que buscará a su mujer Broomhilda que recibió su mitológico nombre de la familia alemana que la crió. De esta forma el alemán Dr. King Schultz (Christoph Waltz) y Django (Jamie Foxx) formarán una alianza épica para cumplir el destino al que han sido enfrentados.

Evidentemente hablando de una obra de Quentin Tarantino, esta referencia cultural, por muy elaborada que sea, no es la única y es que en su primera película del oeste los homenajes a films de spaghetti-western son numerosos. El protagonista recibe el nombre del mítico personaje que Sergio Corbucci nos presentó en Django (1966), película de la que también toma sus títulos de crédito y su canción principal. Y, por si esto fuera poco, Franco Nero el Django original tiene un pequeño cameo intercambiando unas palabras con el Django de Jamie Foxx. Además, el género sigue presente durante todo el metraje con referencias a El gran silencio (1968) del propio Corbucci, La muerte tenía un precio (Sergio Leone, 1966), De hombre a hombre (Giulio Petroni, 1967) o Mandingo (Richard Fleischer, 1975).

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Pese a ser este su primer western, o southern para ser más exactos, no es la primera vez que coquetea con el género. Desde los mexican standoff de Reservoir Dogs o Pulp Fiction, hasta la similitud de la historia de la novia de Kill Bill con la venganza de Ana Coulder (Burt Kennedy, 1970); sin contar con las coincidencias estéticas de esta película con maestros como John Ford o Peckinpah. Es por ese homenaje constante al western, que la primera vez que Tarantino se lanza sobre el género de una manera explícita las expectativas son altísimas. El resultado es que estamos ante su obra más solida narrativamente hablando, sería atrevido decir que es su mejor guión, sobre todo estando en su filmografía Pulp Fiction (1994), pero es el más elaborado y el más compacto pese a sus dos horas y cuarenta y cinco minutos de duración.

En la dirección, el de Knoxville ofrece su habitual excelencia estética apoyándose en un género flexible que agradece su virtuosismo con la cámara. Los grandes planos generales y los zooms dramáticos sobre los rostros de los personajes son una auténtica delicia en manos de Tarantino. A parte de la sobresaliente fotografía de Robert Richardson, el otro elemento crucial es la música. Siempre esperada en todos sus films debido al impacto que tiene en la historia, en esta ocasión Tarantino echa mano de Ennio Morricone, como no podría ser de otra manera, pero además no le tiembla la mano en mezclar al compositor de western por excelencia con Johnny Cash o el rapero Tupac, un auténtico pastiche heterogéneo que no sabemos cómo pero le vuelve a funcionar.

Como siempre, el estreno de una película de Tarantino viene rodeado de polémica –¿qué se puede esperar del hombre que mató a Hitler?– En este caso las críticas se deben a que Django desencadenado aborda el tema de la esclavitud en los años precedentes a la Guerra Civil. Una cuestión casi tabú que cuando se ha llevado a la gran pantalla siempre ha sido narrada con mesura, una cualidad a la que el director es ajeno. Algunas voces acusan a QT de frivolizar con la cuestión o excederse en la violencia de algunas imágenes, sin embargo Tarantino no podría haber planteado el film de una manera más inteligente. La esclavitud está ahí, sí, pero no es el motor de la historia, sirve de contexto para una película sobre la venganza, nada más y nada menos. La venganza de un esclavo negro contra los esclavistas blancos, la venganza furiosa que clama exceso y violencia sin límites, la venganza enmarcada en un género como el spaghetti-western que lo permite todo… la venganza según Tarantino. Es por eso, que en un film de venganza el contexto de la esclavitud no se plantea como una lección de historia o como una aproximación políticamente correcta, se muestra como fue, es la cruda realidad, aunque duela. Y doler, duele. La página más negra de América como país queda retratada en toda su crueldad por un director idóneo para ello que sin embargo, lo encuentro comedido en algunas escenas, aunque cueste creerlo.

Pero no nos pongamos serios, Tarantino no lo hace, no podría hacerlo. En la salvaje historia que nos cuenta hay lugar para la comedia y es que Django desencadenado es divertidísima. Maneja los tiempos y, por encima de todo, a los espectadores con maestría; ya consiguió que nos divirtiéramos en Reservoir Dogs (1992) cuando el Señor Rubio le corta la oreja al policía y su capacidad de manipulación sigue intacta, en Django… es capaz de hacernos reír para luego hacernos sufrir, hace con el espectador lo que le place cuando le place. En eso es único, como también sigue siendo único en la creación de personajes: Christoph Waltz encarna a un dentista-cazarrecompensas, un ser carismático y delirante, se nota que está escrito para él. Junto a Jamie Foxx forman una divertida pareja de viaje, los diálogos de Quentin siguen en forma. Pero no sólo en sus personajes principales reside el humor, el director es capaz de reírse incluso de un germen cutre del Ku Kux Klan o de los negreros y sus ínfulas de superioridad cultural y moral. Para redondear el reparto Kerry Washington interpreta a una Broomhilda que resulta más interesante cuando no la conocemos; Leonardo Di Caprio da vida al malvado-extravagante-divertido esclavista Calvin Candie y Samuel L. Jackson borda su papel como viejo fiel y cascarrabias al servicio de su amo.

Tras veinte años de carrera cinematográfica, Quentin Tarantino ha creado una selecta pero contundente filmografía. Por muy alto que ponga el listón con cada una de sus películas siempre cumple en su regreso y en Django desencadenado lo hace con creces. Su capacidad de reinvención sólo es comparable a la fidelidad que tiene consigo mismo y con sus referentes. Nunca deja de sorprender y estimular, es hilarante y salvaje, pero por encima de todo desmedido y fiel a una forma de entender y hacer cine que impronta en cada uno de sus trabajos. Django no es una excepción: es una historia de venganza, es puro Tarantino.

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