Hannibal

El asesino rentable

Es curioso, aunque no una coincidencia, que el año en que se emite la última temporada de Dexter, una de las series revelación sea Hannibal. Parece una respuesta por parte de la NBC, la network por antonomasia que lleva años, quizá una década, en una deriva comercial y creativa, ante el auge de las cadenas de cable y las plataformas de Internet en cuanto a producción y difusión televisiva.

¿Por qué es la mítica serie del simpático asesino en serie de Showtime tan importante? Primero: porque es uno de los casos más importantes de éxito de audiencia y prestigio en cable, junto con Los Soprano y las más actuales Juego de Tronos y The Walking Dead. Hablando estrictamente en términos cuantitativos y de alcance mediático, porque en cuanto a calidad, es otro cuento. Segundo: al compararla con Hannibal, podemos atisbar una extraña consecuencia de la crisis de modelos de negocio en la televisión. Ante una serie alargada por el éxito, sin una huella autoral reconocible (más que la del vanagloriado actor principal) y de calidad muy irregular, que ha dado mucho dinero a una cadena de cable, NBC ha hecho una de esas apuestas por la originalidad y el riesgo que hace de vez en cuando (en 2009 fue Kings, de Michael Green; duró poco) con una propuesta exigente.

Una de las primeras cosas que llaman la atención de Hannibal es su poderío visual, en general, y su gusto por la violencia, la más explícita y variada que hemos visto los últimos años en televisión en abierto, y quizá de cable también. Bryan Fuller (Pushing Daisies) tiene la capacidad de crear imágenes oníricas y perturbadoras que realmente quedan impresas en la mente del espectador más allá del fundido a negro.

Su cuidada factura se distancia de otros productos de realización simple más propia de las networks (Under the Dome de la CBS, la decepción del verano, es un ejemplo de esto): gente como Guillermo Navarro (director de fotografía habitual de Guillermo del Toro, Robert Rodríguez y Tarantino entre otros) y David Slade (Hard Candy) sí utilizan la puesta en escena y la iluminación para hacer de Hannibal un producto diferenciado y, además, coherente. La Minnesota de Hannibal tiene vida propia, es fría y peligrosa, gris y oscura como la nieve sucia, mientras que Miami siempre sirvió a Dexter como un mapa plano de luces y casas unifamiliares en el que vagar a su antojo.

También se cambian las tornas en los guiones: si a las networks se les acusa de desarrollar tramas y personajes por lo general más inocentes y cómodos, Hannibal se adueña enseguida del arte de la ambigüedad (un arma de doble filo, por otra parte, que a veces la vuelve confusa y aburrida), sucediendo diálogos psicológicos complejos (y rebuscados) y escenas sugerentes. Parece escapar de la falta de sutileza de Dexter a la hora de plantear giros de guión y explicaciones a golpe de voz en off.

Aún más interesante es la comparación entre la polémica que suscitó la de Showtime hace 8 años, cuando hizo al público empatizar con un asesino en serie que tenía licencia ética para matar (un necesario debate que no tiene lugar aquí ahora), y la total aceptación que tiene Hannibal Lecter hoy en día, tras una década de antihéroes y personajes imperfectos en la televisión. Sí, el mito que ha recaído sobre Mads Mikkelsen lleva contando con la fascinación del público desde 1991 (gracias al inolvidable Anthony Hopkins), pero Fuller nos hace entablar relación con un asesino y caníbal sin escrúpulos que se nos presenta con mucho más carisma y respeto que un (por momentos) insoportable Hugh Dancy. En este sentido, es claro que la NBC ha ido más allá de lo que nunca fue Showtime.

Conviene recordar, sin embargo, que estamos hablando estrictamente de los aspectos más superficiales, dejando para otro momento la cuestión de si detrás de tan brillante envoltorio hay realmente un contenido de valor, o, como probablemente ocurrirá, nos olvidaremos de Hannibal en un par de años. Todo depende de si Fuller tiene algo que contar más allá de su embeleso por la relación entre Lecter y Will Graham.

La audiencia no ha acompañado a la serie, que estuvo durante toda la temporada arañando una renovación que llegó solo porque es una coproducción internacional que le sale barata a una cadena que no sabe con qué llenar huecos. La calidad (pues, a pesar de sus defectos, es una de las novedades más interesantes del año) no ha sido un factor realmente determinante, ni lo será cuando sea cancelada, seguramente la temporada que viene. O quizá me equivoque, y las coproducciones, la venta de DVD, los beneficios de la emisión en línea, empiecen a hacer posible una televisión en abierto más fragmentada, más variada e interesante. Estaremos atentos.

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