Llueven ranas: Editorial #19

Todos somos contingentes pero el cine es necesario

¿Recuerdan la historia de Sydney Barringer en la introducción de Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999)? En ocasiones, la línea que separa la casualidad de lo causal es tan fina que cuesta diferenciarla. Que este fin de semana el 43% de los espectadores que fueron al cine vieran películas españolas parece un milagro. En un año de balance negativo, marcado por el constante cierre de salas, la resignación contra el abusivo 21% de IVA y la cada vez menor afluencia de público, de repente llueven ranas desde el cielo pronosticando un cambio en el viento.

De repente no, tampoco nos equivoquemos, frotémonos los ojos antes de tiempo. El notable éxito de Zipi y Zape y el club de la canica, Justin y la espada de valor, Las brujas de Zugarramurdi o La gran familia española tiene su razón de ser en el apoyo de televisiones y grandes distribuidoras a proyectos que saben ajustarse a las demandas del mercado. El mérito está ahí, pero la realidad es que pese al loable esfuerzo, las cifras de asistencia siguen siendo moderadamente bajas. Aún copando los primeros puestos, la recaudación no ha sido tan alta como probablemente esperaban, y lo que es peor, el sistema tampoco deja hueco a la permanencia en salas de otras propuestas. Que películas de largo recorrido, como Epic o la secuela de Percy Jackson, sigan aferradas al Top 10, habla por si sólo.

Mientras tanto, en esta difícil convivencia entre las grandes distribuidoras y las medianas, que en comparación son cada vez más pequeñas, el valiente aunque humilde estreno de La herida (Premio Especial del Jurado y Mejor Actriz en el reciente Festival de San Sebastián) ha pasado más desapercibido de lo que merecía. Casualidad o causalidad, su título no puede ser más apropiado para definir la circunstancia por la que pasa nuestra cinematografía. Una herida abierta que sigue sangrando pese a vendas agradecidas como las de este fin de semana.

La Herida en San Sebastián

En un porcentaje demasiado alto, la mayoría de películas que logran llegar al público son las que de cuya distribución se encargan majors o cuentan con el apoyo de televisiones privadas, si no ambas. Tiempo atrás nos quejábamos porque el cine español no sabía promocionarse, ahora que lo está haciendo sería erróneo criticarlo, al contrario. Son malos tiempos para el mercado local, se está aprendiendo a competir y lograr grandes beneficios de cara a ventas internacionales, en cambio, no se está gestando el lugar propicio en el que puedan subsistir otras producciones, cada estreno es para sus responsables un todo o nada, como jugar a la ruleta rusa. Aunque claro, para cambiar esta situación primero deberíamos tener un Ministerio de Cultura (en vez de Hacienda) que sentara unas bases viables y llevara la tranquilidad al sector. Tristemente sucede todo lo contrario, el cine español ahora es el enemigo público número uno del estado, por lo que mientras tanto, y como explicaba a la perfección Luis Martínez en el diario El Mundo, sólo nos queda la nada.

Si se mantienen las cifras, lo que suceda a partir de este viernes con el estreno de Caníbal (también distribuida por Golem, al igual que La herida) marcará en cierto modo el devenir de sucesivos estrenos: Mariano Barroso, Mar Coll, Eugenio Mira y David Trueba esperan su turno, sin la certeza de poder llegar a un público que no espera. Pero lejos de acabar, el cine se expande, en ocasiones los museos pueden suplir su función y ocupar su lugar. El Museo Reina Sofía de Madrid desarrolla el ciclo Narraciones del otro cine (2010-2013), dando cobijo a esas películas españolas invisibles que recorren festivales y han perdido su lugar en los cines, como Arraianos de Eloy Enciso (estrenada en salas, DVD y plataformas online hace un mes) o Historia de la meva mort de Albert Serra, flamante Leopardo de Oro en el Festival de Locarno, con fecha de estreno en Francia pero no en España. A su vez, espacios como la Cineteca Matadero y la labor de las distintas filmotecas suponen el último refugio. Escondido o no, el único objetivo cierto es que finalmente cada película encuentre su lugar en el que proyectarse, su espectador y su rincón en nuestra memoria colectiva de imágenes. Desde aquí nos gustaría ayudar a ello, que fuera una causa común y realmente tuvieran esa posibilidad, sin trabas. Hoy en día, una utopía.

Albert Serra en Locarno

Pero no todo está perdido, en una suerte de contrarreforma cultural, los medios digitales se encuentran en pleno auge: revistas online, webs, blogs, publicaciones que dan el salto al papel… Sin olvidar las revistas independientes que capean el temporal en los kioscos. Muchos son los medios que hacen cada vez un mayor y mejor trabajo en la promoción, estudio y desarrollo de la cultura, en general y cinematográfica, al margen de los tradicionales grupos de comunicación. En esta guerra Revista Magnolia quiere tomar parte. Por ello, nuestro proyecto, que en enero cumplirá dos años, presentará en los próximos meses una serie de novedades para seguir creciendo. El primero de estos pasos lo encontramos en este número de octubre, en el que introducimos seis columnas de opinión, sumando de esta manera un nuevo género a la revista que se unirá a los habituales de análisis y crítica.

Tenemos la suerte de contar con profesionales y expertos que darán una visión particular sobre diversos campos y temas. Así, Pedro Torrijos enfoca el cine y la vida de una manera personal en La luz acelerada; Pedro Martínez descubre mensualmente dos películas ocultas de género en Sesión doble; Nacho Chaparro filtra la televisión por su particular y fugaz pluma en BreTVes; Ana Cortijo aporta una mirada pragmática y sin prejuicios en Con falda y a lo loco; Pedro Villena rescata aquellas películas infravaloradas y temerarias en De la B a la Z; y la redacción adjunta su análisis del audiovisual contemporáneo a través del editorial que están leyendo: Llueven ranas.

Además, este número 19 de Revista Magnolia recoge las convulsiones que en la Red y en la calle ha dejado el final de Breaking Bad. Para analizar como se merece la serie de Vince Gilligan, a parte de varios artículos, contamos con la participación de importantes colaboradores y periodistas de televisión que eligen su momento definitivo de Walter White. Pero como no todo el monte es metanfetamina, dedicamos la portada a Sofia Coppola, que estrena The Bling Ring, excusa perfecta para adentrarnos en su filmografía y en su perfil como directora, al que dedicamos un montaje de video. Seguimos con la segunda entrega del macro-especial Woody Allen, este mes viajando a la ciudad de Nueva York, video incluido. Y como siempre, cada viernes se irán sumando las principales críticas de los estrenos de cartelera: La herida de Fernando Franco, Caníbal de Manuel Martín Cuenca, Gravity de Alfonso Cuarón… Este el sumario del número de octubre. ¡Nos leemos!

Antonio M. Arenas y Gonzalo Ballesteros

sumario

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