Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End)

The end is nigh

Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás

Félix Grande

 

Con esta dichosa frase, atribuida por algunos a la mente de Sabina, y declamada con embeleso trascendental por gente que intenta parecer enigmática y profunda, el protagonista de Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End, Edgar Wright) se aliviaría despreocupado en el cuarto de baño. Gary King siempre tiene razón, aunque realmente nunca la tenga. “No tiene sentido discutir con él”, repite continuamente su némesis y amigo de la infancia interpretado por Nick Frost, eterno compañero de fatigas de Simon Pegg en la Cornetto Trilogy: tres películas dirigidas por Edgar Wright (y co-escritas junto a Pegg) de las que Bienvenidos al fin del mundo (2013) es su más que certero broche final.

La nostalgia es una arma de doble filo, pero a los que han perdido la esperanza en el futuro no les queda otra que cortarse. La mirada hacia atrás es casi siempre idealizada, tendente a erigir algún que otro rígido tótem al que realmente podría derribar una leve brisa. Hazañas tan auto-destructivas como la de meterse entre pecho y espalda nada más y nada menos que doce pintas de cerveza se convierten a ojos del nostálgico en gestas heroicas, cuando no son más que un grito desesperado de ayuda. “Tú recuerdas los viernes por la noche, yo los sábados por la mañana”.

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Tras Shaun of the Dead (una comedia romántica con zombies) y Hot Fuzz (una atípica buddy movie), quedó bastante claro que Edgar Wright podía salir airoso en uno de los ejercicios cinematográficos más arriesgados: la mezcla de géneros. En los albores del fin del mundo parece haber querido probarse a sí mismo y medir sus posibilidades como malabarista audiovisual. El resultado es divertido, pero también triste. Hay acción, sangre (¿monárquica?), ciencia ficción, referencias de todo tipo, amor, amistad… y sobre todo cerveza, mucha cerveza. El director vuelve a hacer alarde de su personal estilo visual y un frenético movimiento de cámara que ha ido puliendo poco a poco y que pudo explotar en su anterior película, convenientemente respaldado por el lenguaje propio del material de origen: el cómic Scott Pilgrim contra el mundo (2010)

Pero tampoco conviene olvidar que la música está tan anclada en el pasado como el personaje que interpreta Pegg, lo que nos da la oportunidad de disfrutar al más puro estilo noventero con temas de Teenage Fanclub o Suede. Incluso a través de una de las canciones de la banda sonora, Loaded de Primal Scream, la voz de Peter Fonda en The Wild Angels atraviesa el espacio-tiempo cinematográfico para dejar claro el ideario que rige la vida del protagonista.

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El grupo de amigos comandados por Gary The King intentaba dilucidar si su pueblo de la infancia había cambiado o eran ellos los que eran diferentes. Si admitimos que la respuesta es todos (unos de forma más drástica que otros) no estaremos revelando detalles jugosos de la trama, aunque lo que realmente hace de The world’s end una de las películas más disfrutables del año no es la espectacularidad del diseño de producción o los detalles técnicos, son esos antiguos amigos que se reúnen en un pub veintitrés años después de una noche memorable. Ese tipo de gente que sale a echar una cerveza y acaba por condenar a la raza humana.

Esa noche de junio de 1990 no estuvo mal porque hubo de todo. La de octubre de 2013 ya es harina de otro costal.

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