Lo mejor de 2013: Cine español

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Como señalaba brillantemente Carlos Reviriego en El Cultural, 2013 ha sido el año en el que se ha despertado un “nuevo mapa de la sensibilidad” en el cine español. Frente a la crisis, el IVA, la reducción de subvenciones y las disparatadas voces ministeriales (aunque más bien parezcan coces), múltiples y diversas propuestas han surgido desde todos los puntos para llevar la contraria a la realidad. Grandes producciones, otras muchas de escaso o ajustado presupuesto, autofinanciadas, co-producidas con otros países, distribuidas por majors, sin distribución aparente, premiadas en festivales nacionales e internacionales, producidas gracias al crowdfunding, finalizadas tras un gran lapso de tiempo o realizadas en un día a través de #littlesecretfilm.

La nuestra es una realidad distinta a diario, que cambia sin parecerlo, tanto, que cuesta alcanzar sus movimientos, las proyecciones son cada vez más itinerantes y nos obligan (como espectadores y críticos) a estar despiertos, preparados para configurar nuestra propia y personal cartelera. Gente en sitios, Los chicos del puertoCosta da Morte o La casa Emak Bakia son algunas de las que se nos han escapado. Sirvan estas trece películas, proyectadas en pases públicos o en streaming durante 2013, como signo y muestra del porvenir y el presente de una motivación. Hacer cine y hacerlo visible.

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Escrito por Antonio M. Arenas

Stockholm se define como una película dividida en dos mitades, el encuentro de una noche y su despertar a la mañana siguiente, cuyas apariencias no deben ser desveladas. Pero toda estructura, por sólida que sea, para que funcione requiere de algún tipo de quiebro emocional. Rodrigo Sorogoyen lo consigue, parte la película en dos con una secuencia que captura con talento el nervio que nos arrebata en la gran pantalla. Un beso en el ascensor como escapatoria o jaula a una historia de amor que nunca lo fue y a la que Strauss pone sinfonía épica. El único instante de plenitud de una película que busca la ruptura y el cruce de espejos en su anticlimático y sugerente desarrollo.

“Parece que estamos en un bucle”, decía llegado un momento del metraje el personaje de Aura Garrido. Sin proponérselo, y pese las dudas que pueda generar su arriesgado final, Stockholm tiene mucho de retrato generacional, de jóvenes perdidos que se conocen una noche sin saber lo que quieren ni con quien hablan, como no saben quien son el resto de cada uno de sus días. Sin querer llevar a engaño, no se trata ni mucho menos de una versión española de Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995) pero junto a Los Ilusos (Jonás Trueba, 2013), es lo más cerca que han estado las nocturnas e iluminadas calles de Madrid de caminar al son de los diálogos de su juventud. Y de esta, un grito de ayuda.

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Crítica

Escrito por Pablo Vigar

Convertida La piel que habito (2011) en la propuesta más radical y dispar del director Pedro Almodóvar, este ha sido el año que le ha visto regresar a la comedia pura con la que despuntó en los albores de su cine. El retorno a los terrenos de Mujeres al borde de un ataque de nervios y similares conllevaba una expectación tremenda, y aunque muchos no hayan sabido o querido apreciarla como se merece, por nosotros no quedará el valorarla en su justa medida. Porque si en Take Shelter (2011) Jeff Nichols nos ponía un espejo translúcido en el que observar nuestro reflejo, el del manchego no puede ser más transparente. La decisión de contar esta historia de amantes y azafatos en clave de comedia responde a una lógica apabullante: la Península del filme, como lo hace la de verdad, se viene abajo, y España entera viaja en ese avión. Risas para aquellos que la prefieren al llanto.

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Crítica

Escrito por Antonio M. Arenas

“La película del mañana será un acto de amor”. La cita de François Truffaut identifica un nuevo cine español del que el documental de Alejandro Alvarado y Concha Barquero forma parte en toda su expresión. Pepe el andaluz es un formidable y familiar ejercicio de búsqueda, una historia personal sobre la memoria y la emigración en otros tiempos no tan lejanos que merece ser puesta en común. El recuerdo de un abuelo al que nunca conoció pone en marcha los engranajes familiares y mueve los fílmicos para Alejandro Alvarado, su co-director. Recuerdos que se amontonan y enmarañan a medida van pasando los años, visita a familiares, se aproxima a sus huellas y acumula material de archivo. Es ahí cuando afronta en primera persona las dudas y los misterios de un pasado del que nadie quiere hablar, del que en nuestro país nunca se ha hablado. Por ello su visionado es catártico, cura heridas íntimas y comunes que nunca podrán cerrarse, pero que como en toda gran historia, encuentran su eco en lo que el cine nos permite crear (y creer) a partir de ellas.

10

Escrito por Antonio M. Arenas

León Siminiani definía Mapa como una película-canción, concepto tan importante a la hora de acercarse a su idiosincrasia como su carácter de diario o auto-ficción documental. Tomando como punto de partida su viaje personal a la india en busca de un nuevo estribillo que le cambiara la vida. No, borra eso, ha sonado demasiado cursi, volvamos a empezar. Emprende un viaje a la India como Macguffin perfecto para empezar a (des)hacer una película. Ahora sí, algo mejor. Siminiani primero vive, después evalúa el valor y la necesidad de su propio montaje, corrigiéndose, reconociendo sus errores y (re)escribiendo en voz alta mientras el tiempo pasa. El proceso de dirigir se revela de manera opuesta al espíritu creador, surge como necesidad de olvidar lo imperfecto, no sin autocrítica ni sentido del humor, hasta encontrar un sendero habitable de entre los recuerdos y las imágenes que el cineasta conserva. O al menos, intentarlo. Las dudas que refleja Siminiani con Mapa dan sentido a un cine español en cambio, en el que hacer cine acaba siendo hacerlo de tu propia vida.

09

Escrito por Pedro Villena

Muchos se han apresurado a categorizar el proyecto autofinanciado de Daniel Castro dentro de eso que ha venido a llamarse “humor incómodo”, heredero de los mockumentary como The Office entre otras. Y se han pasado de frenada. No han reparado en lo que pensaría el protagonista de la película de ese tipo de humor, de ese cinismo de reírse por no llorar desde una posición privilegiada que grita a los cuatro vientos “yo nunca haría eso”. ¿Qué importa si realmente cumple su objetivo? No hay risa incómoda porque reír es un acto despreocupado por naturaleza, o así pensaría él.

Lo que ocurre es que si el sueño de Castro (del real o del ficticio) es hacer un musical sobre Los Pactos de la Moncloa, es imposible que el surrealismo no haga acto de presencia en las reuniones que mantiene para intentar vender su guión. La historia sigue a un entrañable superhéroe cargado de una ilusión que parece insuficiente para vencer (o convencer) a la industria cinematográfica del país. La tipología de las risas que resultan de su aventura no importan tanto como que estén presentes en todo momento. Daniel Castro ha demostrado que se puede hacer otra comedia en España, más abajo todavía de lo underground. Solo hace falta un poco de ilusión.

08

Crítica

Escrito por Antonio M. Arenas

Del proceso de unificar los largos diálogos de una obra teatral y documentar las costumbres de la vida rural en un pequeño pueblo gallego entre la frontera de España y Portugal, surge esta obra atmosférica como particular hallazgo. La belleza de Arraianos es su misterio. Eloy Enciso, siendo consciente de su posición como documentalista, pero trabajando con actores no profesionales, lo trasciende filmando el bosque en todos sus abismos, dando lugar a una fantasía rural que da tanta importancia a la palabra como a su sonoridad, a la imagen como a su esencia, construyendo una fascinante leyenda poética anclada en el tiempo de algún sitio a lo que llamamos realidad.

07

Crítica

Escrito por Antonio M. Arenas

Tenemos la inmensa fortuna de que en el cine español existan raras avis como Javier Rebollo, aunque los raros somos los demás porque no estamos buscando algo nuevo en nuestra relación con el cine. Se podría decir que El muerto y ser feliz es una road movie a contracorriente incluso de su propia razón de ser, radical en sus formas, incómoda y por ello completamente nueva en cada visionado, pero no estaríamos siendo justos con su sintaxis narrativa, nos equivocaríamos etiquetando la sensación mezcla de libertad y agonía que transmite. Galopen junto a Santos, maravilloso José Sacristán, quijotesco asesino a sueldo con las horas contadas. Impriman su leyenda, cualquiera de ellas. Recorran el viaje del cineasta por Argentina para volver, morir y, eso ya de corre de su cuenta, ser felices viéndola.

06

Crítica

Escrito por Antonio M. Arenas

Aunque pueda ser vista como una gran metáfora de esta España en eterna crisis, A puerta fría es consciente de que en nuestros tiempos ya no basta con hacerlas. Dirigida con notable pulso, la película de Xavi Puebla es una de las piezas más crudas y directas de nuestra cinematografía reciente, logrando aislar dentro de una convención en un hotel sevillano el estado de ánimo de un país entero. Merced a un duelo interpretativo de altura entre Antonio Dechent y Nick Nolte, el guión, repleto de picaresca y puñaladas traperas que ocultan una honda tristeza y el desplome de cierta forma de (ganarse la) vida, no debe envidiar al que con idéntico material habría ideado el David Mamet de Glengarry Glen Ross (James Foley, 1992).

Otro ingrato ejemplo más de un excelente cine español que sin el apoyo de las televisiones privadas no es capaz de llegar al gran público. La buena acogida en el Festival de Málaga (¡de 2012!) no fue suficiente reclamo y su tardío estreno pasó desapercibido. Están a tiempo de enmendarlo, y cuando lo hagan, piensen en el personaje de María Valverde cruzando aquel umbral, no podemos ignorar el ascensor moral al cadalso en el que sobrevivimos a diario.

05

Crítica

Escrito por Gonzalo Ballesteros

Los ilusos de Jonás Trueba bien podría calificarse como la película “no”. Es una no-película, sobre un no-lugar, con un no-guión y que tuvo un no-estreno. No es un film al uso, es más bien una obra de entretiempo. Aunque es su segundo filme, funciona más bien como un reinicio o un paréntesis en su carrera, trata sobre lo que hacen los cineastas cuando no hacen cine y, sobre todo, sobre perder el tiempo.

La película deambula junto a sus personajes por Madrid, por Lavapiés, se pierde en cafés y salas de cine y se va encontrando cuando los mismos personajes se definen y avanzan. Es una película que sin ser pensada, se piensa a sí misma. La producción, entendida en términos no tradicionales, es la clave de este proceso; hecha entre amigos, en los ratos libres, sin financiación y de forma colaborativa. Además se ha estrenado de forma interminente por distintas salas y festivales de España. Dada su particular concepción de Los ilusos podría haber salido cualquier cosa pero resulta que es un ejercicio de cine honesto y libre y, sin duda, una de las películas españolas del año.

04

Crítica

Escrito por Antonio M. Arenas

Hay películas cuyos méritos resplandecen por sí solos, en otras ocasiones laten soterrados bajo el suelo y las costumbres de una ciudad. La Granada de Caníbal (Manuel Martín Cuenca, 2013) supone uno de los más complejos y hondos retratos que se podrían hacer de una sociedad por momentos tan enquistada en el tiempo como la granaína, con sus luces y sombras. Una ciudad profundamente conservadora en la que no por casualidad el director almeriense enmarca la historia de Carlos, prestigioso sastre que asesina sin piedad a toda mujer a la que desea, para después comérsela como única forma de la que sabe amar. Su frío seguimiento nos revela también su escondite en el que pasar desapercibido, ya sea en la soledad de Sierra Nevada o en la costa, en unas aceras que rinden tributo al señor cofrade, a Dios en la Eucaristía y a la Virgen en sus calles.

Porque cuando el cine se construye a través de los espacios, de su asimilación y consagración, es capaz de revelar la esencia que hay detrás de las formas. Más allá de un convulso argumento formidablemente puesto en escena, de aroma noir irresistible, y una obsesiva historia de amor imposible e impensable, quizá su mayor valor resida, al igual que el del propio caníbal de Antonio de la Torre, en su capacidad de mímesis con el entorno, en la absoluta incomprensión e indiferencia de un presente más propio del pasado, en el que todo acto de violencia es simplemente un mero deseo humano.

03

Escrito por Gonzalo Ballesteros

La cosecha de este año ratifica que el cine español es un tejado a dos aguas, a un lado el cine comercial de comedia, drama familiar y animación financiado por las televisiones y al otro lado un cine valiente, arriesgado, pero, sobre todo, al margen. Haciendo equilibrios sin querer caer en ninguno de los dos lados encontramos a cineastas interesantes como Mar Coll. La directora catalana ha confirmado en su segunda película que posee una voz propia, independiente y muy a tener en cuenta.

En su ópera prima, Tres dies amb la família (2009), Mar Coll había compuesto una obra coral que dibujaba un boceto sobre la familia. Sin abandonar el tema, en su segunda película, sigue interesándose por el contexto familiar centrándose en una mujer que se recupera de un accidente. Cómo ya nos deja entrever el título, en Todos queremos lo mejor para ella las decisiones y opiniones del entorno son determinantes. Especialmente destacables, la interpretación de Nora Navas y la facilidad narrativa de Mar Coll para juntar comedia y drama, familia e individualidad, con tacto e inteligencia.

02

Escrito por Antonio M. Arenas

A estas alturas ya no sabemos si Albert Serra sigue siendo el enfant terrible del cine español o la etiqueta, en cambio, esconde lo en ocasiones terriblemente apartada que se encuentra nuestra-mal-llamada-industria de los flujos cinematográficos. Con toda probabilidad, el sentimiento de desapego sea mutuo. En su último largometraje, Serra continúa abriendo la brecha y el distanciamento de la narrativa convencional propuesto con sus anteriores obras. Historia de la meva mort es el denso trabajo resultante de más de 400 horas de grabación, sin un guión concreto pero de largos diálogos en escena con los que el cineasta catalán, fiel a su decisión de rodar con actores no profesionales y a partir de un método de montaje provocador, busca conexiones inexistentes entre la imagen y la palabra tratando de encontrar algo puro, de haberlo, como si la pureza no acabara siempre derrumbada. Y en ese fin del mundo racional nos sumerge con extraña (y horrible) belleza, planteando un subyugante encuentro entre Casanova y Drácula con el que añade capas de temblor y fantasía pictórica al video digital.

Que la primera proyección pública en nuestro país tuviera lugar en un museo de arte contemporáneo, más concretamente en el Reina Sofía de Madrid, orienta el destino inevitable, incluso acogedor, en el que debe resistir “el otro cine español”, sobre el que se organizó un ciclo y Carlos Muguiro impartió una formidable conferencia. El 10 de enero Historia de la meva mort se estrenará en Madrid y Barcelona, el ruido ya lo hizo en Locarno el año pasado, aunque el rugido del Leopardo de Oro no parece todavía suficiente como para despertarnos.

01

Crítica

Escrito por Pedro Villena

Definir una película con un solo adjetivo es complicado, pero si nos obligasen a hacerlo con La herida y dijésemos que es “necesaria”, nadie tendría nada que reprocharnos. Esa función social del cine existe y Fernando Franco la pone en práctica con el estudio audiovisual de un trastorno de la personalidad, el que sufre la protagonista, el sujeto de su análisis. No en vano, la génesis del proyecto era un documental, pero el director llegó a pensar que ficcionar un caso con las características propias de este tipo de comportamientos podía tener un mayor alcance, y en definitiva, ese era su principal objetivo.

Ana y sus problemas son un caso particular, simplemente una forma de ejemplificar algo que está ahí fuera y podemos llegar a entender, pero como todo, ha de tener sus variaciones. En La Herida no hay concesiones ni tampoco mucho tiempo para respirar con alivio. La cámara se convierte en la sombra de una portentosa Marián Álvarez, como recordatorio perpetuo del problema que esconde. Lo que Ana no podía expresar con palabras, Fernando Franco lo ha hecho con unas imágenes perturbadoras que consiguen que el arte y la conciencia social puedan darse la mano.

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