El francotirador (American Sniper)

Barras, estrellas y nada más

Chris Kyle tiene el dudoso honor de ser el marine con mayor número de enemigos abatidos como francotirador del Ejército de Estados Unidos, lo que le valió entre los suyos el apodo de La leyenda. Ahora Clint Eastwood adapta las memorias del propio marine en una película que lo devuelve a la primera línea de la actualidad cinematográfica por diversos motivos. Desde que se estrenó El francotirador (American Sniper, 2014) en Estados Unidos allá por Navidad, la cascada de noticias sobre la película ha sido incesante: polémicas, acusaciones, bebés de plástico, éxito de taquilla… Tanto es así, que parece que su estreno en España este fin de semana llega demasiado tarde. La expectación, sin embargo, se mantiene intacta y al ruido que le rodea hay que sumar que aspira a 6 Oscars entre ellos el de mejor película. Estamos ante el mejor estreno, en números, de la historia de Clint Eastwood, pero ¿estamos ante el mejor Clint Eastwood?

La respuesta corta es no.

La respuesta larga, que es más interesante, es algo más ambigua y nos obliga a tener varios aspectos en cuenta. El primero que es necesario tratar es la polémica alrededor de la película, que es más relevante de lo que pueda parecer. En EEUU, El francotirador, ha supuesto una inyección de América que ha hinchado el pecho del Tío Sam, el patriotismo de la película ha sido celebrado desde el ciudadano medio hasta Sarah Palin o Michelle Obama. Por otro lado, han surgido voces más o menos discordantes como las de Michael Moore o Seth Rogen, que señalaban el exceso de barras y estrellas. El debate se ha extendido por el resto del mundo alrededor de esa fina línea que separa la película entre el patriotismo y la propaganda. En cualquier caso, el peso ideológico de la película es determinante.

AMERICAN SNIPER

El segundo de los aspectos es el puramente cinematográfico. Es indudable la capacidad de Eastwood para resolver las secuencias de acción, en especial la tormenta de arena, pero genera más dudas en la construcción general del relato. Apuesta por abordar de forma paralela la vida de Chris Kyle en Irak y en Estados Unidos, el francotirador contra el ciudadano, la Leyenda contra el hombre de familia; en una narración clásica donde transitamos desde la coraza hasta el corazón y vemos como este explota para inundarlo todo, como la yema de un huevo. Y mientras en “casa” el director aborda el trauma de los soldados regresados, en los “tours” por Irak crea un interesante antagonismo con otro francotirador, en este caso de las líneas enemigas; un enfrentamiento que podría haber aprovechado mejor narrativamente dándole más peso en la trama e ideológicamente, siendo más objetivo y menos maniqueo.

Y volvemos al principio, al carácter ideológico del film, que es inseparable y marca el conjunto. No cabe duda de que Clint Eastwood es uno de los grandes narradores de la historia de América, ha demostrado su carácter y visión en multitud de filmes pero si algo no ha sido nunca Eastwood es complaciente. Y aquí lo es. Lo es porque, pese a adaptar la biografía de un marine, el director se casa totalmente con él. No cuestiona nada, no aporta más matices, no profundiza en las contradicciones simplemente cuenta la versión oficial y eso es algo que rechazaría el Clint Eastwood de Sin perdón (1992). Llega al punto de justificar lo injustificable; en una de las primeras escenas Chris Kyle tiene en la mirilla a un niño que sostiene una granada, el francotirador no duda y aprieta el gatillo, cuando lo hace Eastwood cambia el plano y un ciervo se derrumba, estamos ahora ante una escena de la infancia de Kyle. Esta decisión de montaje busca equiparar al niño con el ciervo, es decir, dos situaciones en las que “no hay otra opción que matar”, una jugada sucia del director y muy discutible desde el punto de vista moral. Incluso al final de la película, cuando la propia historia le da una salida para señalar las sombras -la tragedia llega en “casa” no en montañas remotas-, aparecen esas imágenes de archivo que terminan por enterrar la valentía del director para que no quede ninguna duda de su patriotismo. Ni rastro de aquel hombre incómodo que disparaba con su cámara… que tiempos aquellos en que el verdadero American Sniper era Clint Eastwood.

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