Taller Capuchoc [Atlántida Film Fest 2015]

De cómo caminar hacia muchos lugares y acabar en el mismo sitio

Tras una intensa carrera en Internet como cabeza visible de “Los pioneros del Siglo XXI” y su sorprendente primer largo Mi loco Erasmus (2012), existía cierta expectación por saber cuál sería el siguiente movimiento de Carlo Padial. Su trayectoria le ha venido a colocar en el epicentro de la versión patria de lo que Jordi Costa vino a llamar “post-humor”, junto con personajes como Miguel Noguera, Didac Alcaraz o Venga Monjas. El estilo de Padial (y del resto del grupo) se ha cimentado principalmente en una sublimación de la cultura “trash” que prima lo instantaneidad mientras fagocita cientos de influencias para regurgitarlas en una estética sucia y una puesta en escena aparentemente descuidada. Sobre ese entramado se colocan unas tramas surrealistas (cuando no simplemente inexistentes) y unos diálogos que rozan el absurdo. Su humor es un humor que busca la sonrisa (que no la risa) desde lo grotesco

Taller Capuchoc

En ese sentido, Taller Capuchoc no defraudará a sus incondicionales. El nuevo film de Carlo Padial se esfuerza de nuevo en enseñarnos la parte más sórdida del arte a través de un artista perdedor (el video-creador de su anterior largo ahora se convierte en novelista), que nos muestra la inspiración artística más como una condena que como un don y en la que el protagonista es el único incapaz de ver su propio fracaso. A partir de un arranque brillante en su disección de los talleres literarios, la película cae en una rueda de ratón en la que las situaciones se repiten y se alargan hasta la extenuación y en la que los únicos momentos de brillo aparecen cuando se introduce de manera más evidente el extrañamiento (con David Lynch como referencia oculta).

Si bien volvemos a encontrar todas las claves de su trabajo, puesta en escena, protagonistas, situaciones y diálogos son perfectamente reconocibles, esto que podría ser una virtud acaba siendo el mayor problema de Taller Capuchoc. Y es que no hay nada nuevo bajo el sol. La película se siente como un viaje en círculo que acaba justo en su lugar de partida, el desenlace de Mi loco Erasmus. Por lo que en definitiva, aún conteniendo un puñado de ideas brillantes y algunos momentos grotescamente divertidos y absurdos, acaba convirtiéndose en un paso a ninguna parte en la carrera de Padial, que exige urgentemente un chorro de aire fresco.

Puedes ver Taller Capuchoc hasta el 9 de julio en el siguiente enlace.

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