De Ann-Margret a Stonewall

Homosexualidad en Mad Men

Después de 92 episodios, Mad Men ha logrado ofrecernos una visión del mundo de la publicidad durante su gran expansión durante la década de 1960 desde el mismo epicentro, en la Sexta Avenida de Manhattan. La visión de su creador Matthew Weiner es suficientemente amplia para abarcar los notables cambios sociales del país durante esa convulsa década, agitada por revueltas raciales, sociales y sexuales tras el conservadurismo de los happy days de la década anterior. Desde el primer capítulo de Mad Men podemos ver cómo hombres blancos heterosexuales dominan tanto el microcosmos de Sterling Cooper Draper Pryce (SCDP) como el resto de la sociedad, sometiendo, de forma bastante explícita, tanto a mujeres como a personas de otras razas, que se limitan a tener roles secundarios, relacionados con facilitar la vida al primer grupo. Y a todo esto ¿dónde están los gays?

A simple vista no hay ninguno en el Manhattan del año 1960. Todos están bien metidos en sus armarios como el director de arte Salvatore Romano, parte crucial del equipo de SCDP, que disfruta como uno más de la compañía de unas chicas en la despedida de soltero de Pete Campbell. Conoce lo bastante su entorno como para desvelar su sexualidad y sólo un evento desafortunado acaba con su intachable carrera en SCDP donde no encuentra una sola persona que dé la cara por él. Particularmente hiriente es cuando escucha un “you people” por parte de su valedor, Don Draper, quien no puede reprimir su homofobia al identificar a Romano, al igual que todo homosexual, como promiscuo. Sin embargo es el propio espectador el que reconoce que Draper no puede estar más equivocado. Los años pasan pero no parece haber avances notables en la visibilidad homosexual en el país, de hecho, el primer personaje abiertamente gay es un creativo alemán contratado por la agencia y resulta hilarante la escena en la que aclara su sexualidad a Ken Cosgrove para su sorpresa.

Mad Men

Del ambiente beat del Greenwich Village que Kurt frecuenta, surge también Joyce Ramsay, primera mujer abiertamente lesbiana. El personaje de Joyce es arrollador y en su androginia muestra un abierto rechazo a las convenciones sociales. Peggy siente simpatía por ella pero tienen que forjar su amistad en tugurios, lejos de los chismorreos inquisitoriales de SCDP. Hay un último personaje, que en su ambigüedad, resulta realmente interesante. Nuevo contable en la oficina, Bob Benson resulta insoportable para sus compañeros y más allá de sospechas, tuvo un acercamiento homoerótico a Pete Campbell que éste rechazó.

Hay un gran número de personajes secundarios que insinúan actitudes homosexuales pero parece una actitud premeditada de los guionistas para dejar al espectador con la duda y reflexionar sobre la incapacidad de los personajes a actuar como realmente son. Esos convencionalismos que los personajes gays adoptan van evolucionando con el tiempo, no es el mismo clima en la agencia en 1960 que al final de la serie ya en la década de los 70, al igual que los espacios de libertad se van ampliando, de los ghettos de la bohemia neoyorquina al mundo de Hollywood que Megan frecuenta años después. No es igual la tensión constante que emana Sal Romano en sus reuniones sociales que la inquietante naturalidad de Bob Benson años después o a la seguridad que transmiten Kurt Smith o Joyce Ramsay.

Todos estos detalles no son casualidad sino un brillante trabajo de creación de personajes, sin duda un punto fuerte de Mad Men, en toda su complejidad y huyendo de lugares comunes. Hay por lo tanto una evolución social clara: de la admiración por Ann-Margret de Sal Romano, símbolo de una homosexualidad reprimida a una orgullosa y militante representada por Kurt o Joyce, antecesora de la más importante reivindicación gay de la época, los disturbios en el Stonewall Inn de Nueva York, acontecimiento paradójicamente ignorado en la serie.

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