Irrational Man: A favor y en contra

La ligereza del genio

por Gonzalo Ballesteros

Cada otoño la rutina se repite: las hojas caen, el paro sube y Woody Allen vuelve. Si es que alguna vez se fue. Con su película de turno también vuelven otras costumbres, en este caso de la crítica/prensa, que escribimos sobre ella volviendo a lugares comunes y frases hechas sin ningún tipo de sonrojo. Cada vez que tildamos una obra suya como menor, le acusamos de dirigir con el “piloto automático” o le recriminamos por no volver sobre una etapa pasada no sólo estamos siendo injustos con un director irrepetible sino que también estamos cayendo en aquello que denunciamos. Sólo el tiempo pondrá en su lugar a una Crítica menor.

En términos desestacionalizados -como diría un economista- Irrational Man es mucho más que la última película de Woody Allen, es un nuevo acercamiento a temas como el crimen, la impunidad y el existencialismo o lo que es lo mismo a Crimen y Castigo de Fiódor Dostoyevski. La obra magna del escritor ruso planea sobre la filmografía de Allen pudiéndose palpar en Match Point (2005) y, sobre todo, en Delitos y faltas (1989), la más redonda de las tres y una de las mejores de su carrera. Más allá de lo indiscutible, si en Match Point la aproximación la hacía por medio del drama y el suspense en Irrational Man lo hace por medio de la comedia ligera, lo cual no es mejor ni peor, es distinto.

Irrational Man

Esta película sugiere también que nos encontramos ante una nueva etapa en su filmografía, después de la denominada “Postales desde Europa” puede ser que nos adentremos en la “Etapa luminosa”. Los recientes trabajos, incluyendo el que nos ocupa, apuntan en esta dirección como bien señala la crítica vecina. En este sentido habría que analizar si esta ligereza es síntoma de agotamiento y pereza o si, por el contrario, es la plasmación de un nuevo estilo en la completa carrera del neoyorquino. Esta segunda lectura casa con lo que es Irrational Man, una película sencilla pero efectiva. Woody Allen se deshace de cualquier elemento que complique el filme; la estructura es clara, la trama lineal y la dirección concreta. El artefacto está tan desnudo que puede parecer incompleto, pero en su apuesta de mínimos alberga todos los elementos necesarios para construir una película inteligente y divertida.

Irrational Man

En la relación que establece entre el atormentado profesor de filosofía (Joaquin Phoenix) y su embelesada alumna (Emma Watson), Woody Allen se vuelca a partes iguales. Por eso comparten la narración en off, siendo personajes tan descompensados. Se reconoce en ella de forma más pragmática y en él más teórica, ambos personajes comparten la misma base filosófica pero distintas posiciones morales. Tratándose de un filme de Allen, la batalla entre los mundos representados, el prosaico y el intelectualizado, sólo se puede resolver de forma física y azarosa. Así de incomprensible y caprichosa es la vida. Parece como si Woody Allen fantaseara con cometer el crimen perfecto pero se viese obligado a introducir el azar que lo derrumba todo para recordarse que no puede jugar a ser Dios, al menos fuera de la pantalla.

Delitos sin faltas

por Antonio M. Arenas

Woody Allen insiste en todas las entrevistas que concede en despreciar la mayoría de sus películas, afirmando lo lejos que ha estado de lograr una obra perdurable o a la altura de los cineastas que admira. Salvo en una ocasión según sus palabras, con Delitos y faltas (1989), su Crimen y castigo particular, modelo que con variaciones cada vez más oscuras retomó en Match Point (2005) y El sueño de Casandra (2007) con gran acierto. Sin aires de trascendencia ni solemnidad, en Irrational Man vuelve a esos esquemas criminales que ha definido a la perfección, pero lo hace desde la perspectiva luminosa y trivial que contagia la más reciente etapa de su filmografía, cuya constante es la dirección fotográfica de Darius Khondji, que se luce empapando de luz y color la escena hasta crear una atmósfera de irrealidad que, si bien se ajustaba a la ambientación de Midnight in Paris (2011) o Magia a la luz de la luna (2014), contrasta con las ambiciones psicológicas de la trama, que a consecuencia no superan lo ingenuo o superficial.

Irrational Man

Da la sensación de que debido a la total libertad con la que cuenta para producir sus guiones, surgidos de entre la colección de ideas que guarda y apunta constantemente, con cada nueva película Woody Allen se muestra más seguro de si mismo, pero a la vez menos obligado en demostrar nada, liberado de la obligación de ofrecer una obra maestra que no va a llegar. En ese sentido, Irrational Man hace honor a su título al contar con uno de los grandes argumentos que puebla su cine, el azar en confrontación con la muerte y la culpa, un protagonista atormentado y otra controvertida historia de amor, para en lugar de trasladar esos elementos a un nivel de exigencia más ambicioso, utilizarlos de forma ligera para jugar como el personaje de Joaquin Phoenix, sintiéndose dueño de una carta ganadora.

Y lo cierto es que el neoyorquino la esconde de forma magistral, brindando uno de los gags visuales más brillantes y demoledores que nos ha podido entregar. Pero alrededor de esa ocurrencia solo encontramos la repetición de un mismo tema principal -el The In Crowd del Ramsey Lewis Trio suena hasta la desesperación- como si fuera el único resorte capaz de hacer avanzar una narración inexistente, sustentada en soliloquios del planísimo personaje de Emma Stone, reflexiones sin la menor profundidad apoyadas en imágenes de relleno a las que Allen concede todavía una inferior importancia, a excepción de la construcción del crimen que da sentido al film y a la vida de su protagonista.

Irrational Man

En todo caso, calificar una nueva película de Woody Allen de menor o acusarle de dirigir en piloto automático supone ya una boutade crítica inofensiva. Con lo que pueda tener de acertado o no en esta ocasión, la realidad es que se le nota tan absorto y feliz con su juguete que cuidar el resultado no parece preocuparle durante el proceso. Ahí radica la paradoja, se permite cierra irracionalidad mientras que su fórmula ya testada, entre citas a la banalidad del mal o Dostoievski, parezca funcionar. Lo que en cambio no nos deja al resto es demasiado donde rascar.

 

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