V Festival Márgenes

V Festival Márgenes

Puedes ver la sección oficial del V Festival Márgenes hasta el 31 de diciembre en el siguiente enlace

Otro año más, y ya son cinco, el Festival Márgenes se asoma a las pantallas de todo el mundo ofreciendo su sección oficial en streaming gratuito hasta el 31 de diciembre, siguiendo un modelo acorde para la difusión de un cine iberoamericano que tampoco se amolda a las demandas de la exhibición convencional. Documental observacional, found footage, collages, experimentación formal y narrativa… no hay límites en las propuestas que componen la sección oficial del V Festival Márgenes, abierta a un cine de marcado cariz político y antropológico, realizado con bajo presupuesto y fuera de la industria, pero repleto de libertad cinematográfica. Catorce películas que pasamos a reseñar y que insisten en descubrirnos nuevas formas de mirar la realidad y el propio cine, ampliando, justo antes de que se acabe, nuestro horizonte cinematográfico del año.

Alexfilm (Pablo Chavarría / México)

alexfilm

por Joaquín Fabregat

Alexfilm se inicia con un claro amanecer y termina con una tormenta nocturna; empieza con una voz narrativa masculina y acaba con una femenina. Una película con una premisa narrativa inicial que parece será el motor de la ficción (el artista que protagoniza el film tiene una cita importante a las siete de la tarde), que acabará diluyéndose a lo largo del metraje, rompiendo las expectativas del espectador. Un relato que irá mutando desde la descripción, con tono documental, de la cotidianeidad, la espera y el tedio hasta transformarse en una historia con fantasmas cercana al cine fantástico. Un film que juega con el tiempo (que se detiene, se acelera o pierde toda lógica) y el espacio (caótico, desordenado, sin límites claros). La película, al igual que el trabajo del artista (que convierte las paredes de su casa y sus manos en instrumentos de trabajo) y del propio artista (que parece no reconocerse ni en sus retratos ni en su reflejo en el espejo), está abierta a constantes transformaciones que desorientan al espectador.

El mexicano Pablo Chavarría (Monterrey, 1986) ofrece un film lleno de misterios, abierto a interpretaciones, cercano a autores como Lisandro Alonso, en cuanto al vaciado de los elementos narrativos y el tratamiento de sus personajes protagonistas que, abandonando la civilización, acabarán por desaparecer del plano en medio de la naturaleza. Alexfilm nos habla también del estatuto del artista y su creación. El artista como alguien que intenta ordenar el caos, darle forma, pero esta tarea se revela imposible. La oscuridad y el desconcierto se adueñan de la película en los últimos minutos para mostrar la finitud (rótulo que cierra el film) del arte, del creador y del cine mismo, incapaz de enfrentarse a una realidad donde se han perdido (o transformado) todas las coordenadas espaciales y temporales.

As cidades e as trocas (Pedro Pinho, Luisa Homem / Portugal)

AS-CIDADES-E-AS-TROCAS

por Sergio Diez

La crisis del sector turístico en Cabo Verde y la búsqueda de un futuro mejor en países próximos sirven de punto de partida para esta exploración de un paisaje lleno de edificios vacíos o a medio construir, donde los muelles y sus barcos adquieren un gran protagonismo al ofrecer esa salida al mar que encamina las vidas hacia lugares más prósperos. As cidades e as trocas se articula en torno a ritos, comidas y bailes en los que prescinde prácticamente de la palabra hablada (que no cantada) y utiliza la música diegética como uno de sus principales motores, explotando con gran habilidad formal la contraposición entre aquellos que buscan salir adelante y los turistas, fundamentalmente alemanes, que viajan en busca de exotismo: canciones en portugués con ritmos africanos frente a las mismas canciones en inglés de siempre que suenan en las discotecas.

El documental hilvana situaciones que explican muy bien ciertas dinámicas del continente, de las que destaca la secuencia en la que un grupo de paisanos se pintan de negro y desfilan recreando, desde un punto de vista casi paródico, el comportamiento desinhibido que pudieran tener tribus indígenas del pasado. Un momento que revela cómo para atraer el turismo, o para encontrar un lugar en el mundo, parte de África interioriza una visión sobre su pasado, crítica y paternalista, que se parece mucho al concepto de “la África salvaje y primitiva” que en su día utilizaron potencias occidentales como excusa para la colonización.

Escrita, dirigida y montada por Pedro Pinho y Luisa Homem, aunque como retrato de una complicada situación económica resulte superficial, As cidades e as trocas tiene un gran valor como estudio antropológico y humano, retrata la vida sin juzgarla, describe sus dinámicas, y en ese sentido es irreprochable. Sin embargo, no acierta al desligar completamente sus imágenes de cualquier esbozo contextual y al intentar hacer pasar cierta insipidez por neutralidad. Mientras en el fluir de una generación a otra, se abre una puerta a la esperanza representada por los espacios públicos y por la forma en la que las obras de un artista desinteresado e inocente pueden ayudar a construir un sentido de comunidad.

El corral y el viento (Miguel Hilari / Bolivia)

El corral y el viento - Miguel Hilari

por Manuel Barrero Iglesias

Existe en Miguel Hilari la voluntad de filmar desde la mayor honestidad posible el reencuentro con su pasado. A veces, desde una cercanía distante. Otras, desde una lejanía próxima. En cada plano, el director busca el mejor lugar para una cámara que se siente intrusa. El mismo Hilari transmite siempre esa tensión de ser un extraño. Sin embargo, la pertenencia ancestral despoja su mirada de la habitual condescendencia con la que el occidental suele mirar la vida indígena. La intención de El corral y el viento va mucho más allá de captar la belleza de un lugar bendecido por el lago Titicaca. Lejos de idealizar, se ocupa de mostrar. Lo puro y lo violento. Lo hermoso y lo tosco.

Una dualidad siempre presente, y que se hace muy evidente en aquellas secuencias donde los niños recitan poesías revolucionarias en la escuela. Por un lado, el adoctrinamiento que se acerca al ridículo. Por el otro, la ironía de defender la vida indígena a través del español y no del idioma autóctono. La infancia toma un papel vital en el film, ya que son ellos los que decidirán el futuro -o la ausencia de él- para su comunidad. ¿Cómo afronta un niño, en la era de la tecnología, su vida en los márgenes de la sociedad? Corren tiempos en los que es imposible ignorar lo que puede ofrecer la ciudad, y esta es una idea que sobrevuela toda la obra. Al fin y al cabo, estamos ante otra película que confronta lo rural y lo urbano. Pero, desde luego, no es una más. La autenticidad en la mirada de su creador marca la diferencia.

La extranjera (Miguel Ángel Blanca / España)

La extranjera

por Mario Iglesias

A modo de collage, el vocalista del grupo Manos de Topo, Miguel Ángel Blanca, siempre bajo parámetros alejados de la industria, nos ofrece en su cuarto largometraje una dura visión de los efectos del turismo en la ciudad de Barcelona, iniciando su caótica y por veces desenfrenada narración con el secuestro (ficticio) de una turista en una playa, que actuará a modo de enganche argumental con sucesivos recordatorios de su presencia en una bañera con hielo.

Ubicadas las imágenes en el verano de 2015, se insertan también estampas de la sesión de investidura de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona, con las intervenciones de cada uno de los portavoces de los grupos municipales hablando de una visión de la ciudad en la que (casi) todos ellos parecen compartir una visión reverencial del turismo y en cualquier caso configuradora de un proyecto en el cual los vecinos quedan relegados al papel de meros figurantes. Este proceso sibilino, de conversión de una gran capital europea en un bazar en el que todo se compra y se vende, y cualquier elemento, por insignificante o excéntrico que parezca, es susceptible de aparecer en una guía y transformarse en potencial objeto de consumo, son los que dan forma al discurso de La extranjera.

La heterogeneidad de los materiales utilizados (que van desde unas capturas de pantalla de Street View en el que se nos muestra una visión congelada del Parque Güell hasta sucesivos vídeos de YouTube, pasando por frívolas imágenes playeras o planos del interior de un autobús turístico) se ve acompañada de una estridente de música de fondo, con el añadido de sucesivas intervenciones del proyecto poético “Anarquía es independencia” presididas por un irónico tono apocalíptico. Siendo diáfanas las intenciones de Blanca con este largometraje, en el que renuncia a grabar nuevas imágenes para reinterpretar las ya existentes, la objeción principal debe centrarse en el discutible acabado de un aluvión audiovisual que parece regocijarse de forma autocomplaciente en su caos, no siendo capaz de establecer una efectiva interacción dialéctica con el bastardo del estado de cosas del que surgen sus imágenes y sumiendo al espectador en un marasmo sin remedio.

La maldad (Joshua Gil / México)

La Maldad - Joshua Gil - Márgenes

por Alejandro González Clemente

Podríamos entender La maldad como un collage de estilos. El mexicano Joshua Gil se acerca a la historia adoptando varios puntos de vista. Recurrirá al plano fijo más esteticista, donde pretende capturar la belleza de las imágenes que nos proporciona la naturaleza, en otros momentos aboga por la cámara en mano para seguir a sus personajes llevándonos a un terreno más propio del documental, y también encontramos escenas donde mantiene un lenguaje de planos de corte convencional para contar su relato. Esta variedad formal es el punto fuerte y débil a la vez de la película, su arriesgada apuesta conlleva una cierta experimentación que deriva en extrañamiento.

La historia de dos hombres de avanzada edad al borde de la muerte, donde uno pretende alcanzar el sueño de hacer una película y otro comprar su propio ataúd después de conocer que tiene una enfermedad incurable, se nos va descubriendo a cuentagotas. Los retazos de información vienen dados por unas pocas secuencias dialogadas, intercaladas dentro de una gran cantidad de momentos donde simplemente vemos actos rutinarios de los personajes. El director parece decirnos que el tiempo pesa, que sus protagonistas lo han llevado a cuestas a lo largo de la vida y que, ahora que ésta toca a su fin, deben soltarlo de alguna manera.

Afectados por un entorno común, un país (como se menciona varias veces en la película) con fuertes injusticias sociales, La maldad desvela su intención de denuncia al poner en el punto de mira las decisiones políticas que han cincelado la personalidad de una sociedad en el que la violencia corre por la sangre de sus ciudadanos. Y ya sea contra sí mismos, contra los demás, haciendo arte o vociferando proclamas en las calles, inexorablemente están abocados a darle salida.

La sombra (Javier Olivera / Argentina)

la sombra

por Andrea Dorantes

Javier Olivera asiste al desastre. Graba imágenes de la destrucción de su hogar, su fortaleza y a la vez su cárcel. Su casa, imponente, erigida por su padre, se ve mermada, fragmentada poco a poco, empezando levemente en lo que parecería una reforma estructural y acabando por derribar finalmente los muros, que caen ante la evidencia del paso del tiempo. Cada martillazo resuena como un martillazo en la memoria, en la identidad de uno. Un martillazo como un puñal en el orgullo familiar, en la propia historia.

El director es hijo a su vez de un cineasta argentino, Héctor Olivera, que fue escalando durante su vida hasta llegar a ser dicrector y productor de éxito en las décadas de los setenta y ochenta, introduciéndose en el panorama cinematográfico argentino de forma muy destacada. Ya lo dice el propio Olivera hijo, su padre era una especie de Ciudadano Kane y su mansión era algo parecido a Xanadú, algo colosal, magnífico, un monumento erigido a sí mismo. Y partiendo de que la memoria y el espacio están íntimamente relacionados, Javier Olivera se sumerge en el recuerdo ayudándose de unos rollos de Super 8 para comparar la imagen de aquella casa donde él vivió con su familia con su propio imaginario de la infancia, territorio de proporciones cambiadas y evocaciones distorsionadas. El director reflexiona sobre su propia identidad. Como hijo de un magnate argentino hecho a sí mismo, habitando en una casa-Coloso, se pregunta: “¿Cómo ser uno mismo ante la implacable sombra del monumento?” Mientras las imágenes de Súper 8 muestran a unos niños de puntillas intentando ver al padre por encima del escritorio.

Quizá el grabar la demolición de este monumento sea una catarsis personal. Quizá se esté deshaciendo de la pesada carga que le impide ser, y al aligerar su mochila pueda ahondar en su identidad, porque ya no hay sombra proyectada sobre él, porque ya no hay ningún gigante que le obligue a alzar la mirada.

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L’esma del Temps (A. Garcia-Vilà, M. González, M. Saleta / España)

EL SENTIDO DEL TIEMPO (L'ESMA DEL TEMPS)

por Sergio Diez

L’Esma del Temps (El sentido del tiempo) es un documental sobre la CAF, la Candidatura Activa de Figaró, una asamblea de vecinos que ganó tres veces consecutivas las elecciones municipales en Figaró Montmany, pequeño pueblo a 40 km de Barcelona. El film retrata la ilusión con la que se inicia su tercera legislatura en 2011, después de obtener la mayoría absoluta; el proceso de desgaste sufrido como consecuencia de la crisis y de los recortes del Gobierno central; y la posterior descomposición de la formación a finales de 2013. Un testimonio agridulce sobre un grupo de jóvenes que, con una forma más participativa de hacer política, acaban devorados por un pueblo que se siente decepcionado y que no ha comprendido o ha infravalorado importantes logros recientes. 

Las tres directoras combinan de forma muy sugerente la historia principal con pasajes escritos extraídos de Els Sots Ferèstecs (1901), novela modernista del crítico de arte y periodista Raimon Casellas, ambientada en la región de Figaró y en sus alrededores; así como con imágenes de 1979 rodadas en Super 8 durante la fiesta del pino, celebración de orígenes ancestrales vinculada a la fertilidad. Al contraponerse los textos de principios de siglo, la celebración de los años setenta y una fiesta del pino contemporánea al relato, Figaró se convierte en una región mágica y mítica, aletargada, por la que el tiempo parece no haber transcurrido. Esa puntual convergencia de tiempos potencia precisamente el valor de cambio de ese grupo de vecinos que logran en muy pocos años avances notables, a pesar de su amargo final. Una estupenda parábola, inesperadamente poética, que aporta claves para comprender nuestro presente y evitar errores futuros: de comunicación, de gestión de expectativas y los derivados de asumir como permanentes unos servicios de carácter efímero y frágil, que se lograron a costa de un fuerte compromiso social, y que solo se podrán conservar y aumentar a través de continuas reivindicaciones.

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Microbús (Alejandro Small / Perú)

Microbus Alejandro-Small - Márgenes

por Antonio Moreno

Microbús se podría encuadrar genéricamente en lo que se ha venido a denominar “cine de adolescentes”, que retrata el tortuoso paso que supone el viaje desde la adolescencia a la madurez. Este cine se define por una serie de rasgos entre los que suele destacar una embriagadora sensación de melancolía, que no deja de ser el sentimiento que más comúnmente nos embarga cuando recordamos nuestros años de adolescencia. Probablemente esa melancolía sea la sensación que más claramente transmite Microbús, si bien, al mismo tiempo, ese sea el único rasgo “genérico” reconocible en la cinta. El resto es el fruto de un vaciado consciente del mecanismo narrativo, que acaba acercando el deambular de este grupo de amigos sin rumbo fijo en la noche de Lima más a Gust Van Sant que a un Rob Reiner.

Con su primer largo (de apenas 45 minutos) Alejandro Small se afana en seguir con su cámara a estos jóvenes sin que nada especial acabe de ocurrir con ellos. En sus diálogos durante la noche y algunas de sus reacciones se intuye la existencia de un evento relevante, quizás una pequeña tragedia reciente. Pero salvo en la escena culminante del film, esa tensión se nos hurta entre conversaciones intrascendentes dejando pasar el tiempo hasta que llegue el amanecer. El retorcimiento formal llega al punto en que incluso el sonido y la imagen se abandonan, deambulando cada una por separado y volando de conversación en conversación como si tuvieran dificultad para encontrarse mutuamente. Y es en esa especie de estado de ensoñación permanente por donde deambula el grueso del film y de donde llegan la mayoría de sus aciertos, en comparación con una escena final que abusa del subrayado y la impostura. Quizás, es cierto, ese carácter enajenado acabe dispersando la película, pero ¿acaso no es la dispersión lo que define una noche de verano mirando a las estrellas entre diálogos, risas y canciones?

Navajazo (Ricardo Silva / México)

navajazo

por Antonio M. Arenas

La Tijuana de Navajazo es un no-lugar al que nadie observa, superpoblado agujero negro en la frontera de Estados Unidos y México convertido tras las deportaciones masivas posteriores al 11-S s en el vertedero de la civilización moderna. En ese hábitat en abandono y destrucción es donde el jovencísimo cineasta mexicano Ricardo Silva desarrolla un arriesgado ensayo fílmico, a buen seguro polémico, sobre la imposibilidad de mantener el enfoque documental en contacto con una realidad extrema e incapaz de controlar.

Formulando desde su participación activa en la puesta en escena una serie de pruebas y ejercicios abiertos a la discrepancia del espectador, lo éticamente reprobable, el mal gusto, la drogadicción y el sexo explícito, sumados a la extraña belleza cinematográfica que irradian las canciones de cuna de Albert Pla al conjunto, el resultado es una herida abierta a la esencia de un rincón apartado de la sociedad, configurado por sus propias reglas y códigos, bajo las que sobreviven la colección de heroicos o miserables personajes que lo pueblan.

Drogadictos, vagabundos, prostitutas, actores, músicos y ex-presidiarios, estrellas y estrellados a los que su cámara da voz y quizá explota al mismo tiempo, pero lo hace alejada de ese punto de vista morboso y definitivamente condescendiente tan propio del sensacionalismo televisivo, sino de forma etnográfica-punk, presentando un instante de sus vidas para atreverse a tratarlas de frente, sin pudor. Asomándose a ellas no para regocijarse en sus miserias, sino para compartir su forma de interpretar y resistir a cada día, borrando las barreras entre actuación y representación frente a la cámara, llegando a rincones tan auténticos como indudablemente fruto de una construcción. Siendo en esa distancia tan compleja, en la que la mirada del espectador no suele posarse, donde reside su valor incontestable.

Entrevista con Ricardo Silva

Next (Elia Urquiza / España)

next -  Elia Urquiza

por Omar Santana

“No puedo esperar a que llegue el futuro… el futuro en que casi todo el mundo esté muerto.” Esta frase, propia de un gran villano de una película de acción, la enuncia sin embargo una niña de apariencia inocente dentro de un documental, lo cual la hace aún más aterradora. En Next, Elia Urquiza se aproxima al inabarcable sueño americano a través de cuatro niñas que intentan hacer carrera en Hollywood, renunciando en la persecución de ese sueño a cualquier atisbo de infancia ordinaria: estudian desde casa y su tiempo se reparte entre castings, ensayos y reuniones con agentes. Mientras otros niños disfrutarían yendo al cine, ellas acuden a los grandes estrenos para estar en la alfombra roja y poder ver de cerca a las grandes estrellas que buscan emular.

A pesar de que la directora apuesta por una mirada puramente documental, evitando realizar juicios subjetivos sobre las circunstancias de estas niñas, se hace patente la sensación de que quizás quienes realmente están persiguiendo el sueño son los padres. Ellos enumeran encantados los logros de sus hijas, mientras éstas recuerdan los amigos que dejaron atrás en el colegio. Quizás la mejor metáfora de esa infancia perdida sea la de la una niña colocándose una prótesis que cubre los huecos dejados por los dientes de leche tras su caída. Finalmente se hace evidente que ciertos juguetes de la industria se rompen mucho antes de lo que creemos. 

Revolução Industrial (Frederico Lobo, Tiago Hespanha / Portugal)

industrial_revolution

por Román Puerta

Vemos las fotos que inician Revolução Industrial, documental firmado por los portugueses Tiago Hespanha y Frederico Lobo, como exponentes del desarrollo económico en torno al Río Ave. Una zona muy próxima a Guimarâes donde, por cierto, Víctor Erice rodó Vidrios Partidos dentro del filme Centro histórico (2012), del que parece continuar ese deseo de plasmar el mundo que se vivió en el apogeo económico de estas dos regiones portuguesas a través de instantáneas fotográficas. Y es desde ese recuerdo en blanco y negro y su choque con los nuevos tiempos, plagado de emulsiones fotográficas del pasado en contraposición a un presente industrial desarrollado, de donde parte Revolução Industrial para adentrarse en un viaje por el río que ha dado vida a esta zona del norte de Portugal.

Las diferentes partes que caracterizan su desarrollo se entrecruzan con cierta anarquía, aunque bien es cierto que reflejan los diferentes mundos que han habitado y habitan este pequeño enclave luso, que vive de un pasado esplendoroso y se dirige hacia un futuro impreciso. Parece como si los directores no supieran definir ese futuro que, en el momento del rodaje, su país no encontraba. La vuelta en el último plano a una antigua instantánea en blanco y negro llegando a mar abierto nos enseña que el viaje emprendido en las ruinas de las antiguas fábricas ha alcanzado su fin, aunque la mirada del barquero nos hace dudar si el camino andado ha supuesto, para aquellos que han vivido en las laderas del Río Ave, su esplendor o su decadencia.

Rosalía, una abeja más de la colmena (Víctor Gonca / España)

Rosalia - Víctor Gonca

por Antonio M. Arenas

Víctor Gonca parte del testimonio en primera persona de la militante comunista Rosalía Sender, que luchó activamente durante el franquismo, para dar forma a un ensayo que cuestiona la posibilidad de reconstruir y relatar nuestra memoria histórica mediante el audiovisual. La secuencia inicial es clarificadora en ese sentido, un grupo de compañeros de trabajo de la Universidad discute sobre la visión histórica de España que se arroja en la serie de TVE Cuéntame, teñida por cierta nostalgia. La discusión no deja de ser una herramienta para por un lado destapar que todo entretenimiento o producto de ficción ofrece una construcción de la realidad y de la Historia nada inocente, pero sobre todo para consolidar la idea que moverá el film, la dificultad de plantear una ficción o un documental capaz de transmitir con justicia todas las visiones posibles de la Historia.

Consciente de esa barrera, Gonca renuncia a las imágenes de archivo, establece un dispositivo de planos fijos que imponen cierta distancia a la dramatización y llena su mediometraje de fundidos a negro, espacios por rellenar, vacíos a los que será imposible acceder, sobre los que el espacio televisivo y cinematográfico no permite continuar. Del mismo modo, interrumpe y segrega las palabras de Rosalía relatando su cruda infancia, posterior activismo político y los sinsabores de la transición, así como las transcripciones de las detenciones y torturas franquistas que redacta el grupo del trabajo, hasta el punto de, llegada su escena final, detener la imagen para ahora en off, volver a debatir con sus compañeros sus decisiones, mientras el testimonio continúa más allá de los créditos.

El resultado es ejemplar, los ecos de la Historia y la vida de Rosalía cobran total relevancia, pero sin afán compensatorio, conscientes de seguir apresados en el olvido, en las fallas del lenguaje audiovisual. Olvido del que este brillante ensayo no aspira tanto a recuperar como a en su nombre, al igual que el de muchos miembros más de la colmena, señalar los agujeros de la historia oficial.

Transeúntes (Luis Aller / España)

Transeuntes Luis-Aller

por Daniel Reigosa

Transeúnte
(adjetivo/nombre común)
1. [persona] Que transita o pasa por un lugar.
2. [persona] Que vive en un lugar de forma transitoria o solo está en él de paso.

Más de 20 años de rodaje y una edición minuciosa (aunque de apariencia caótica) de más de 7.000 planos en los que se mezclan formatos, sobreexposiciones o jump cuts al más puro estilo godardiano, hacen de Transeúntes una obra tan compleja y vanguardista como, a la vez, cercana y reflexiva. La última película de Luis Aller se revela como un abigarrado mural confeccionado a base de retales de vidas ajenas, una expresión de la cotidianidad y la interconexión que tienen nuestras vidas, a la par que un completo retrato social atemporal.

Dentro del intenso caos visual y sonoro que propone Aller -que irremediablemente nos traslada a la agresividad del bombardeo publicitario de mensajes contradictorios al que somos sometidos en el día a día- emerge, paulatinamente y de manera consciente, una cierta armonía que resulta hipnótica. Las historias que logramos discernir en pantalla mantienen una intermitente continuación, al igual que el devenir de nuestras vidas pero también, en parte, están presentes para satisfacer nuestro gusto por lo narrativo, proporcionando la excusa perfecta para excitados voyeurs que observan por una rendija los logros y desgracias de los demás. Así podemos apreciar la historia de un chico que no encuentra trabajo; la de una pareja analfabeta que se refugia en el alcohol; la de la mujer que antepone los intereses de los demás a sus sueños; o la de las infidelidades de una novia obligada a casarse con quién no desea.

Al final, como reza la definición de la RAE con la que se inicia este texto, la película incide en la idea de la fugacidad de la vida. La experiencia vital trascurre entre parpadeos y decisiones arriesgadas, añadiendo imágenes y sonidos al imaginario personal mientras nuestras vidas inciden, en mayor o menor grado, en las de los demás. Transeúntes va más allá de la simple reflexión acerca de la existencia, es un reflejo de la interconexión existente en un mundo en el que el artilugio audiovisual se evidencia como prueba irrefutable de nuestra presencia.

Entrevista con Luis Aller

Tú y yo (Oriol Estrada, Natalia Cabral / República Dominicana)

Tú y yo

por Jonay Armas

El cine puede ser la más bella herramienta para el conocimiento. Conocimiento de uno mismo, conocimiento del mundo y de todas sus posibilidades; conocimiento de otras formas de ver, otras maneras de mirar. Observar a Paula y Francisca en su relación diaria puede revelar, sacar a la luz, muchas de las barreras que impone lo cotidiano en un concepto tan resbaladizo como la servidumbre. La interacción entre viuda y criada viene a reflejar los silencios incómodos, las disputas y la extraña familiaridad que se crea en torno a una cotidianidad compartida en la que, en realidad, es el lugar de trabajo de una de las mujeres.

Natalia Cabral y Oriol Estrada, que firman la autoría (también) compartida de la cinta, parecen esforzarse en encontrar en cada momento un plano hermoso desde el punto de vista fotográfico que, además de servir como punto de vista para observar el día a día de las dos señoras, ofrezca una cierta voluntad de elaboración en el plano estético. Sí, la cámara se coloca siempre en un lugar y espera al puro fluir de lo cotidiano, pero ese lugar se termina revelando cuidadosamente escogido. Ahora bien, la operación de vaciado narrativo acometida por la pareja autoral deja entrever muy pronto ciertas lagunas: la cámara debe esperar a que la verdad ilumine el plano, mientras su discurso nace y muere al mismo tiempo en que se enuncia.

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